24 de febrero de 2009

A un panal de rica miel.......(El Asnam 2)


Durante mi estancia en El Asnam, me aconteció otra anécdota muy divertida.

El basurero del campamento, le dijo a mi marido que le gustaría ofrecernos en su casa un vaso de té, y quedamos en acercarnos por allí a media tarde.

Nos encontramos con una casa hecha de hoja de lata de unos 25 metros cuadrados, con lo absolutamente mínimo para poder vivir, que el buen hombre puso a nuestra disposición;

Después de enseñarnos los animales que tenía, procedió a servirnos el té, pero traía en una bandeja "algo" que yo desconocía, para acompañarlo.

Me explicó que era panal de miel y me ofreció un trozo como si fuese una porción de tarta, pero bien grande. Me quedé a cuadros "Madre del amor hermoso, y ésto cómo se come?" Esperé a ver si alguno empezaba, pero me dijo el hombre: "Señora, usted primero" Y yo: "No se preocupe, si soy de confianza. Cuando empiecen los demás, empezaré yo". "De eso nada, que es usted mi invitada".

Cogí el trozo y empecé a comérmelo. Trago de té, panal al estómago, trago de té, más panal. Por momentos me sentía con la boca llena de algo que parecía cartón y que no me pasaba ni a tiros. Lo que pude sufrir hasta que me tragué aquello, y encima no habia servilletas de papel para podérmelo sacar de la boca sin que se viera. ¡Tres vasos de té me tuve que tomar, que me ahogaba!

Y el basurero, sin comer y hablando con mi marido de las cosas del campamento, de vez en cuando le decía: "Le ha gustado a su mujer ¿Eh?" "Pues ya ve, se lo está comiendo entero".

Cuando terminé, tenía una bola en el estómago como si me hubiera tragado un rollo de papel higiénico, pero yo ahí, muy dignamente sin que se me notara.

Terminaron de hablar y se dispusieron a comer "eso". ¡Tierra trágame! Resulta que el cartón no se comía y se lo sacaban de la boca para tirarlo, pero como según ellos, me lo estaba comiendo tan agusto y malo no era, pues no me dijeron nada.

Pero la cosa no quedó ahí: me puse a jugar con un perro, que me pegó tropecientas pulgas, y ellos se pusieron a hablar. Yo oía a mi marido "No, no, no..." Y el otro insistiendo...

Como se nos hacía tarde, nos despedimos, el basurero se quedó encantado, yo casi me como crudo en el coche a mi marido por permitirme hacer el ridículo de esa manera, y entonces me contó que estaba empeñado en comprarme. Se ve que me vió tan buen saque, que pensaría que le iba a salir barata comiendo. "Y por curiosidad...¿ Cuánto valgo?" Se echó a reír: "Dos vacas, dos ovejas y una gallina".

Hasta que me vine a España, tuve todos los días mi ración de panal que el basurero amablemente me llevaba. Pero claro está, no volví a comerlo delante de él porque ya había cubierto mi ración de fibra para todo el mes.