15 de mayo de 2009

Valladolid

Aprovechando el puente nos fuimos a Valladolid, que no la conocía y tenía ganas. Me gustó porque es pequeña y se puede recorrer a pie sin problemas. Es una ciudad muy señorial, con una gente amabilísima, y prometo volver. Estuvimos en la casa de Zorrilla, en cuyo jardín nos hicimos la foto de Don Juan y Doña Inés, en el Patio Herreriano viendo la colección de arte contemporáneo que no me gustó mucho y comimos en la Plaza Mayor, cuya estructura es muy parecida a todas las plazas mayores castellanas, aunque me chocó mucho que estuviera abierta al tráfico. Allí, en la plaza, hay una tienda que me volvió loquita, pero la cogí cerrada y fue una pena porque seguro que habría cargado con alguna cosa. Es la ferretería Juan Villanueva que tiene todo lo que se le pueda ocurrir a uno de utensilios de cocina. Todas las pijadas del mundo están allí.

La visita a la Catedral también tuvo su parte peculiar, ya que estaban rodando para un programa, la actuación de una orquesta con gente muy joven, y como final, una señora tocó el órgano de forma magistral.
Nos encontramos también con una plaza octogonal, que por lo visto era donde estaba la antigua plaza de toros, y está encerrada en una especie de corrala muy bien cuidada y con mucho encanto.
Vimos muchas iglesias y museos, pero lo mejor de todo fue la visita al de escultura, en el Palacio de Villena. Espectacular el sitio y la colección. Pude admirar de cerca la obra de Gregorio Fernández, Alonso Cano, Mena y Montañés entre otros. Tener la Magdalena Penitente a un palmo de mí me llenó de emoción.
Y una cosa muy importante, es que en este museo hay un apartado que muestra cómo se hace la técnica del policromado y del bronce a la cera perdida, entre otras , y ahora aprecio muchísimo más las obras en madera policromada porque son muy difíciles de hacer.
En fin, que me ha gustado mucho y espero volver otra vez.
Por cierto, qué cantidad de moreras que había en Valladolid. Penita de que ya no me haga falta.
 
Catedral de Nuestra Señora de la Asunción. A la izquierda, parroquia de Santa María de la Antigua.
 

Universidad de Valladolid

Plaza Mayor, con el monumento a Pablo Ansúrez, repoblador de Valladolid.

Esta ferretería me volvió loca

Palacio Real. No hay que olvidar, que durante el reinado de Felipe III, la capital se trasladó a Valladolid por deseo expreso del valido del rey, el Duque de Lerma. Por eso es una ciudad con unos palacios impresionantes, donde vivían los nobles.

Plaza de San Pablo. De izquierda a derecha, el IES Zorrilla, la Iglesia de San Pablo y el Palacio de los Pimentel.

Yo, sentada a los pies de las esculturas de los reyes Juan Carlos I y Sofía, en el Patio de Reyes.

Palacio Conde de Gondomar

Palacio de Villena


 Patio espectacular del palacio.

La Plaza del Coso Viejo, que fue una antigua plaza de toros.

Aquí estoy delante del Colegio de San Gregorio, con una portada maravillosa. En este edificio se encuentra el Museo Nacional de Escultura, aunque está dividida la colección entre este y el Palacio de Villena.

A pocos metros se encuentra esta escultura de Chillida.
 

Ya estamos en el Museo Nacional de Escultura. En la foto, el Retablo Mayor de S. Benito el Real, obra de Berruguete.
 

Santo Entierro, de Juan de Juni

La quinta Angustia, de Gregorio Fernández. Dimas, el buen ladrón a la derecha de Jesús, tiene una curiosidad, y es que el escultor le puso la cara del Duque de Lerma, que por aquel entonces, le debía mucho dinero.

San Juan Bautista, de Alonso Cano.

San Juan Evangelista, de Martínez Montañés.

En primer término, busto de Carlos V, realizado por Leone Leoni. Sillería de coro bajo de la Iglesia de San Benito.

Cristo Yacente, de Gregorio Fernández. Soy una admiradora de este escultor y he visto varios Cristos Yacentes suyos, todos estremecedores. Según me contaron en la clase de arte, los dientes y las uñas eran procedentes de cadáveres.

Es una obra con gran realismo

Y en esta sala se encuentra la obra que más me gusta: Magdalena Penitente, de Pedro de Mena.

Descalza y con una túnica simulando una esterilla. 

También se puede admirar el Belén Napolitano, con más de 600 piezas.

Es realmente espectacular, con escenas de la vida cotidiana y otras de gran lujo.

En fin, que Valladolid merece la pena y además su gente es encantadora.