13 de enero de 2010

Nos dejó la madre de mi marido


Estas navidades no han sido todo lo felices que hubiéramos deseado por encontrarse la madre de mi marido bastante enferma, aunque bien es verdad, que nada parecía predecir el final tan rápido, cosa que ha sido mejor para ella, ya que ha muerto sin dolores y con una gran paz.


Cuando tenemos cerca un ser querido con una grave enfermedad, los sentimientos contrapuestos afloran, opinando un día de una forma, y al siguiente de otra, porque le vemos que con el paso del tiempo su deterioro se hace más palpable, y no queremos verle sufrir................pero tampoco queremos que se vaya y hasta el final hacemos todo lo posible porque esté con nosotros.
Hasta una semana antes de su muerte estuvo lúcida y bastante bien, tanto es así, que pensábamos que los médicos, que le habían dado un plazo de vida hasta las navidades, creíamos que se habrían equivocado, pero no, porque en una semana, cada día era un bajón irrecuperable, y vimos ya que el final se acercaba.
Finalmente murió el día siete de enero, como digo, muy tranquila.
Tanto en el tanatorio como en el entierro estuvimos muy acompañados por todos los familiares y conocidos, que nunca imaginé que fueran tantos, y que nos arroparon en todo momento para hacernos sentir su cercanía y su dolor por la pérdida que habíamos sufrido.
Al día siguiente, se hizo un rezo por su alma en una Iglesia, a la que mi suegro había donado una escultura en madera a tamaño natural de Cristo crucificado, y que es conocida como "El Cristo de los pobres", ya que la hizo con las maderas de embalaje que llegaban a la fábrica.
El sacerdote nos recordó este hecho y fue muy emotivo el momento en que les nombraron y nos felicitaron por la obra de mi suegro, quien nos dejó muchas muestras de su arte.
Y así concluyó todo, pero si con algo me quedo es con una reflexión que hizo el sacerdote: de nada vale que le digamos a una persona muerta cuánto la queríamos. Digamos en vida a nuestros seres queridos, sin pudor, que les amamos, para que sean felices por ello ahora que pueden disfrutarlo.
La verdad es que siempre se nos queda algo sin decir y cuando la persona muere, ya no tiene remedio.