7 de abril de 2010

Soy racista.


Bueno, pues sigo por tierras alicantinas, con un catarro de los que se cogen poquitos al año, gracias a Dios, y hoy miércoles por fin estoy descansando, porque ayer...
¡La madre que parió al rumano!!!!!!!
Quedé con mi cuñada en ir a casa de mi suegra para aclarar un poco la casa y tirar muchas cosas innecesarias, que como todas las personas mayores, le gustaba acumular.
Parece mentira la de cosas inútiles que juntamos a lo largo de los años en las casas ¿Verdad, Sra. Gudea? Jejejejeje...
Cuando íbamos a llevar a Cáritas dos maletas con ropa, vinieron dos rumanos a decirnos que a ellos les hacía falta, y que si queríamos se podían llevar todas las bolsas y los enseres que no quisiéramos, en una furgoneta, que ya les sacarían provecho. ¡Pues qué bien! ¡Nos ha venido Dios a ver! ¡Qué suerte hemos tenido! A ellos les viene bien y a nosotros también.
Fueron bajándose todos los bultos.
Pobrecillos, vamos a darles algo. Y les dimos veinte euros a cada uno.
Más o menos a las tres horas, llamó al timbre el presidente de la comunidad, muy nervioso, y nos dijo que bajáramos a poner orden, que en el portal había formada la de San Quintín.
Cuando vi el espectáculo, casi me caigo de culo. Habían vaciado bolsa a bolsa y echado en la acera todo el contenido, para elegir lo que querían llevarse, y mientras, se fueron incorporando al corrillo un montón de magrebíes que viven en esos pisos, todos encantados de la inesperada diversión. Aquello parecía un vertedero, y la gente por encima buscando cosas.
Cogí una escoba y empecé a echar de allí a la gente, mientras me cagaba en la madre que había parido a los dos rumanos. Mi gesto debió de ser bastante contundente, porque se retiraron y se contentaron con mirar.
Como habían cerrado ya las tiendas, no podía comprar más bolsas, así que tuvimos que ir llenandolas unas y vaciándolas en otros contenedores hasta que terminamos con semejante pesadilla.
A cada uno que se acercaba, le miraba, sacaba la escoba y salía disparado.
¡En esas me encuentro con el rumano!
Me fui para él derechita y empecé a decirle que era un sinvergüenza y que tenía los huevos como melones, y el tío me decía "chi, chi...", y yo "Te hemos dado el dinero porque nos has dicho que te lo llevabas en la furgoneta, y lo habéis esparcido todo por la calle, cabrones" Y el tío: "chi, chi..."
Estuve cerca de partirle la escoba en la cabeza, pero pensé que me llamarían racista y me meterían en la cárcel por agredir a un inmigrante, y me contuve.
En esas vi que tenía al lado los dos hornos portátiles que le había dado y un mueblecito de cajones, le pregunté y me dijo que eso se lo llevaba. "¿Sólo te llevas ésto?" "chi, chi...
¡Los cojones. Que te lo has creido tú!
Cogí los hornos, los levanté y los dejé caer, escachifollándolos, y lo que quedó sano, a patada limpia los terminé. El mueblecito y otras cosillas que tenía apartadas el amigo, también las pasé a mejor vida.
Debía de llevar yo un semblante bastante temerario, porque me miraba la concurrencia con mucha curiosidad, entre asombro y respeto. Y me notaba yo muy crecida cada vez que cogía la escoba. No he dicho más tacos juntos en mi vida, pero además, dedicados a toda la concurrencia.
Resumiendo, tuvimos que limpiar la calle y barrerla, gracias a dos cabrones de rumanos que nos engañaron, y a los que encima les mostramos nuestro agradecimiento dándoles cuarenta euros.
Pido disculpas a los que puedan sentirse ofendidos por el tono de mis expresiones, pero juro que las he suavizado. En esos momentos, todas me parecían insuficientes.
Y por último decir que gentuza como esa, hace que desconfiemos muchas veces de los extranjeros. Hacen un flaco favor a su comunidad.