8 de junio de 2010

El Ramadán


Hoy voy a tocar un tema algo delicado, como siempre con el máximo respeto, pero también con mi opinión sincera.
Una de las cosas que más llaman la atención al extranjero que reside en un país musulmán, es el mes de Ramadán, noveno mes del año lunar, en el cual, voluntariamente se ayuna durante todo el día hasta la puesta del sol, cuando la voz del almuecín se escucha a través de los altavoces de las mezquitas.
Son días de oración, de perdón, de sacrificio... digamos que la gente es "mejor". A mí me recordaba más o menos como aquí al llegar la Navidad, fechas en las que todos nos sentimos más solidarios, tolerantes, generosos y felices.
Están obligados a ayunar los musulmanes adultos, hombres o mujeres, pero en el caso de estas últimas, no pueden hacerlo si están con la menstruación, el puerperio, embarazadas o amamantando un niño.
No ayunan los enfermos mentales, ni los menores, ni los ancianos débiles.
Los que estando obligados al ayuno, no pudieran llevarlo a cabo en esos momentos por diversas circunstancias (caso de las mujeres en las circunstancias que he citado), están obligados a recuperar esos días. Asimismo, en otros casos, lo que se hace es dar de comer a un pobre en compensación, por cada día que no hayan ayunado.
La gente manda comida a las mezquitas cercanas para que los pobres que acudan allí al ponerse el sol, puedan comer.
Recuerdo que las familias ahorraban todo el año para poder disponer de todo lo necesario en esas fechas. Por ejemplo, los guisantes se compraban en unos sacos grandísimos.
Yo no he visto cantidades semejantes de comida como en esos días. No tenía que guisar, porque me traían mis vecinas de todo: el cuscús, la chorba, el cordero, zel.labía...
Durante el día no se veía comer a nadie por la calle, y aunque tuviese muchas ganas de pegarle al pan un mordisco, también me abstenía de hacerlo por respeto. Eso sí, las cocinas echaban humo, nunca mejor dicho, preparando los platos que se iban a consumir por la noche.
Muchas veces la hora de empezar a comer me cogía en la carretera, que estaba totalmente vacía y con un silencio sobrecogedor. Era empezar a rezar el almuecín, y parecía que se trasladaba uno a otra dimensión. Es lo que más me impactó: el silencio.
Y las familias empezaban a comer y beber todo lo que habían estado preparando durante el día. Luego se veían todos los niños por la calle, señal de que el matrimonio estaba "a lo suyo". Después, todos juntos iban a bailar en las múltiples plazas que tenían una orquesta árabe tocando, y empezaban las visitas a los familiares...y seguían comiendo. Recorrían las mezquitas, otra vez a bailar, a comer...
Y así hasta la salida del sol, en que se acostaban.
Cuando en Madrid visité la mezquita de la M30, nos contó el guía, que los musulmanes, en Ramadán están extenuados de no comer y que es un sacrificio muy grande, a lo que yo le contesté que a mí no me parecía que estuvieran en baja forma por esa razón, sino por el trajín que se traen toda la noche, y al otro día, claro, están que se caen de sueño y de cansancio.
Por otra parte, los extranjeros tampoco pegaban ojo por la noche con tanto jolgorio, y al otro día todos tenían que estar en su puesto de trabajo.
Y conforme avanzaba el mes, la cosa se agravaba porque cada vez estaban más cansados.
Ellos consideran que estar sin comer todas esas horas, les "depura" el organismo, cuando en realidad es un trastorno muy estresante para el cuerpo, trastocar las hora de comida-digestión.
Yo lo cuento como lo viví, y creo que durante el Ramadán comen tres veces más que en cualquier otra época, y que se divierten más que nunca. ¿Cansancio? Sí, de tanto trote nocturno.