19 de octubre de 2010

Un día sin bacterias


Ayer pasé el día con una queridísima amiga bloguera, de la que no estoy segura que deba decir el nombre, y fue de lo más divertido, además de porque ella es la simpatía en persona, por su "proceder antibacteriano", que me tuvo al margen de estos bichitos durante todo el tiempo, avisándome de los peligros que estaba corriendo en cada momento, por mi alocada forma de conducirme en la rutina diaria.
Ella y las toallitas anti-bacterias son todo uno y es imposible imaginar a la una sin las otras, esclava la primera de las segundas.
Todo empezó en el desayuno: Gran Hotel Conde-Duque de Madrid, o sea, un chiringuito cualquiera donde relucían las bandejas y con un buffét que no incitaba al asco precisamente.
Como es su costumbre, lo primero saca el paquete e invita a los que tiene a su alrededor. Tras restregarse el fino tisú tropecientas mil veces, se decidió a introducir en su boca libre de gérmenes, un señor desayuno casi como el mío. Por cierto, estaba buenísimo.
Más toallitas al final y nos fuimos a hacer unas gestiones que nos entretuvieron toda la mañana.
Antes de comer, como hacía un magnífico día en Madrid, nos tomamos una cerveza en la terraza de un bar. Aprovechó para ir al baño, y juro que puede tardar mucho, porque la inspección a la que somete los WC de los bares es bastante exahustiva. A la vuelta, me explicó todo el proceso, que naturalmente se puede seguir siempre que no se tenga prisa.
1º._ Ver si hay gotas alrededor de la taza, y si las hay como si no, limpiar todo el borde... ¡Con la mano enguantada de papel! Forrar.
2º._ Inspeccionar la tapadera y buscar restos que puedan aconsejar forrarla totalmente.
3º._ Echar agua en la taza dos o tres veces, y luego llenarla de papel, para que cuando haga pis no le salpique el agua en el culete.
4º._ Comprobar si en el suelo hay pis, y si lo hay como si no, procede primero a subirse los camales del pantalón, antes de bajárselos, y luego se sienta por fin y hace a saltitos para no estar demasiado tiempo en contacto con la taza.
5º._ Graciosamente da un salto y se coloca lejos de la indeseable para limpiarse.
6º._ Coge papel para enguantarse la mano antes de pulsar la cisterna.
7º._ Sale del baño ¡¡¡¡¡POR FIN!!!!! Y se lava minuciosamente las manos, pero se encuentra de pronto con algo con lo que no contaba: para abrir la puerta, tiene que tocar el pestillo, ¡Qué cosas! Así que sale, pero rápidamente coge las toallitas del bolso y se quita las bacterias que hayan osado depositársele en las manos.
Bueno, pues por fin nos tomamos la cerveza, y nos fuimos a mis almacenes favoritos a comer.
Je, je, jeeeeeeeeeeeee...
Aquí me comenta que no se me ocurra nunca entrar al baño en la planta de señoras ni en la de complementos, que son los que más gérmenes pueden tener, y me aconseja subir a la planta de muebles que suele haber menos gente, o a la de caballeros, donde se respira un aburrimiento total y no hay casi nadie en los servicios.
Y nos sentamos en el restaurante, donde está todo normalito en cuestión de limpieza, o al menos eso creo yo.
Saca el paquete y me invita otra vez al restregón manual. Viene el camarero, pedimos y ... ¡Horror, que hemos tocado la carta y seguramente estará muy manoseada! Otra toallita más.
Nos traen el pan, y mire usted por dónde, le va a caer a ella una chapata con un sospechoso agujero en la base. El camarero, amablemente se lo cambia. El pobre no sabe el percal que tiene enfrente.
¡Cataplán! Mi tenedor se cae al suelo y ella empieza ya a localizar a un garçon para que me lo cambie, a lo que me niego, porque a mí no me importa, pero para ella es algo así como un acto suicida. Me mira atónita mientras me como tan agusto los huevos con foie, cortados con ese tenedor tan asqueroso. Me da una toallita para limpiarlo, que acepto, porque la veo que sufre.
Otra vez al baño, pero en un sacrificio extremo por no abandonarme, consiente en ir al de la cafetería, siguiendo otra vez los siete puntos de rigor, y sale ella frotándose las manos ¡CON UNA TOALLITA!
Pasé un día impagable con mi amiga Gudea, y por eso no sé si decirle o no algo de lo que me enteré esta mañana: que el teléfono móvil, que mantiene en la mano todo el tiempo, tiene dieciocho veces más bacterias que la cadena del WC. Lo siento, corazón, pero es la realidad... y tú sin saberlo.