6 de abril de 2011

Paseo por Cartagena


Como a mi Antonio le gustan tanto el mar, nos fuimos a Cartagena y allí pasamos un día estupendo en un ambiente marinero y señorial, que los dos adjetivos se pueden aplicar a esta preciosa ciudad del Mediterráneo Está resguardada al abrigo de su puerto natural, y con unos edificios modernistas y neoclásicos que causan la admiración de los visitantes que como yo, nos paseamos por sus calles deleitándonos con sus fachadas y sus monumentos. Me ha gustado mucho, y aunque ya la conocía, digamos que ahora la he disfrutado más, con menos prisas y recreándome. En sus astilleros se construyen barcos para la armada y tiene un teatro romano, que es el más grande después del de Mérida. Es una ciudad amurallada, con gran desnivel de altura en algunos puntos, que se solventan mediante escaleras o un ascensor. Nada más llegar paseamos por el puerto y en ese momento salía un catamarán para dar una vuelta, que naturalmente aprovechamos porque nos encanta navegar. Estuvo muy bien, aunque casi nos volamos del viento que hacía, pero fue muy agradable ver la ciudad desde el mar y pasar cerca de los barcos de guerra. A propósito de ésto, nos reímos un rato, porque la vuelta nos costó bastante barata, y encima nos sacaron un platito con frutos secos. Dijimos: "Pero qué amables". Mientras estuvimos atracados todo fue sin novedad, pero al salir empezó el viento, y yo le decía a Antonio: ¿Cómo se les ocurre sacar los panchitos en un platito de papel, si se va a volar todo? Los chavales de al lado estaban encantados comiéndoselos, y se levantaron para que les hiciéramos una foto. Ventarrón, el plato a tomar por saco y los frutos secos por el suelo. Al ir al auxilio del primer plato, el nuestro también al suelo. Enseguida salió un empleado con un cogedor y una escoba, los recogió y se los llevó para adentro. Y digo yo: ¿Si ya saben que se vuelan, para qué los sacan en un plato de papel? Yo no quiero ser mal pensada, pero cuando vi a los que subían detrás de nosotros, pensé en lo poco que les iba a durar el plato en la mesa. Y que conste que si los que leáis ésto pensáis mal... pues allá vosotros. Nos tomamos una cerveza en el Club Náutico y a mediodía comimos en la Casa del Mar, un edificio muy majo para uso de los marineros, donde disponen de restaurante, médico, asesoría jurídica, hospedería, escuela náutico-pesquera, un servicio de rehabilitación y muchas cosas más, que he de reconocer que me sorprendió bastante, porque no me esperaba que allí hubiese toda esa serie de cosas. Comimos bien por muy poco dinero y luego proseguimos nuestra visita por las calles céntricas haciendo un montón de fotos. En ésta, Antonio en la parte alta. Detrás se ve la Casa del Mar. La Puerta del Arsenal. 

El Ayuntamiento.


Calles con unos edificios preciosos.




Aquí estoy en el catamarán, volándome de tanto viento. Los frutos secos ya habían volado.


Aquí se ven los túneles de los submarinos.


Esta es la entrada de la Iglesia de la Asunción, en ruinas y que está junto al teatro romano. El portátil no me deja ponerla en su sitio, así que cuando vuelva a casa la pondré desde el fijo.


Desde el catamarán se ve el Faro de Navidad.

Toda la montaña está llena de agujeros que servirían para vigilancia. Es un puerto realmente impresionante. Se ve a mi Antonio disfrutando del entorno.


Otro agujero, que parece que esté toda la montaña horadada de galerías.


Otra vista.

El magnífico paseo del puerto, con unas cafeterías y unos kioskos preciosos.


Antonio delante del kiosko "La taberna del puerto". Como se suele decir, la cabra tira al monte.


El submarino de Isaac Peral.


Antonio en el hall de la Casa del Mar. Arriba se puede ver todas las banderas del código de señales marítimas.

En este parque encontramos unos árboles fantásticos.


Un nudo en un tronco. Cosas de la naturaleza................

Al lado del teatro romano está la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, llamada también Santa María la Vieja, del siglo XIII y destruída en la Guerra Civil. Para llegar arriba tuvimos que subir bastantes escaleras que nos pasaron factura al otro día.

El teatro romano.

Esta fachada me hizo mucha gracia.

Esta escultura es el monumento a las víctimas del terrorismo. A mí particularmente no me gusta, y que conste que no tiene nada que ver que este buen hombre esté en pelotillas.

Finalmente estuvimos en la Facultad de Ciencias de la Empresa, que está en un edificio cuya parte principal formaba parte del Arsenal. Este helicóptero estaba hecho con cartones.

Al lado de la plaza donde está el monumento a los marinos caídos en Cavite, hay en la pared unas líneas escritas por Cervantes:


Con esto poco a poco llegué al puerto

al que los de Cartago dieron su nombre,

cerrada a todos vientos y encubierta,

a cuyo claro y singular renombre

se postran cuantos puertos el mar baña,

descubre el sol y ha navegado el hombre.



En fin, que pasamos un día estupendo.