1 de septiembre de 2011

El final del verano... llegó...

Y como dice la canción de Duo Dinámico, hemos partido cada uno a su casa y su ciudad de origen, dejando vacías las hamacas que tantas buenas siestas nos han hecho pasar.
A partir de ahora ya nada será igual: el trabajo, las prisas, las gestiones, las citas médicas, los colegios y un montón de cosas más, nos impedirá levantarnos cuando el cuerpo nos pida y el despertador se erigirá en el protagonista mañanero muy a nuestro pesar.
Porque ¡Qué bien se está en la casa de la playa o de la sierra! Sin obligaciones. Si hoy me apetece hacer una cosa, pues la hago, que no me apetece dormir, pues no duermo, porque total me puedo levantar tarde, y si no me apetece cocinar pues me tomo unas tapitas por ahí con mi Antonio y listo.
Este año me llevé un montón de ropa, ya que dos meses era mucho tiempo, pero al final no he salido de los pantalones cortos que era con lo que mejor me encontraba y las sandalias comódisimas. Me las he puesto tanto que hasta las he roto. He aparcado los tacones y la ropa de vestir y excepto en ocasiones especiales, cuanto más viejo era lo que llevaba más agusto me encontraba. Deben de ser los años, pero cada vez voy más a mi bola.
En este tiempo he hecho cinco "Quiz", que en la foto ando peleándome con un problema de lógica, y tropecientos sudokus. Me fui a descansar y he descansado lo suficiente como para volver con mucha energía, o al menos eso pensaba, porque ahora me está costando bastante incorporarme a la vida normal. No tengo ganas de hacer nada. Tanto tiempo de relax me está pasando factura y ando bastante vaga.
Se piden voluntarios para limpiar los cristales y la cocina de mi casa. A lo mejor cuela.

Ay, qué pocos quehaceres tenía aquí.