31 de octubre de 2011

Un dia para recordar

Estamos asistiendo estos últimos años a un cambio importante en el devenir de la fiesta de Todos los Santos. Al negocio de las flores, ahora se ha sumado todo el marketing fúnebre importado de EEUU, que supera con creces al de los nauseabundos crisantemos: brujas con todos sus accesorios, como si se tratara de barbys cualesquiera, calabazas hasta en la sopa, pinturas para demacrarnos y acercarnos al aspecto de los muertos, frascos y frascos de sangre para derramar por cualquier sitio del cuerpo, colmillos de drácula, ropa harapienta y asquerosa como recién salida de la tumba, telarañas, arañas, murciélagos, fantasmas, esqueletos, monstruos... en fin, toda la parafernalia fúnebre que la sociedad de consumo demanda.

¿Es bueno o malo? Independientemente de que lo sea o no, a mí no me ha gustado nunca, aunque soy consciente de que es una batalla perdida, ya que en los colegios de infantil ya se celebra y los niños han adoptado con gran alegría esta fiesta de la forma actual. Yo misma he estado hoy poniendo por la casa telarañas con bichos ayudada por mis nietos, y estaban encantados. A lo mejor es una forma de quitarle hierro al tema de la muerte, pero no sé. No me gusta.
La otra cara de la fiesta tampoco me agrada, con tanta tristeza, visitas a los cementerios y el malísimo olor que desprenden los crisantemos. ¡Qué horror! Y encima te decían al otro día que había que levantarse pronto porque se tenían que acostar las almas en tu cama, que entrabas y pensabas "¿Dios Santo, cuánta gente habrá aquí metida?"
He ido en algunas ocasiones a ver a mis familiares al cementerio, he rezado y luego me he marchado con la convicción de que allí no quedaba nada que removiera mis sentimientos. Rezar ante una foto para mí no es recordar, aunque respeto que para muchas personas lo sea, y que en el día de hoy se afanen por engalanar y limpiar el lugar donde reposan los restos de los suyos, pero la semana que viene las flores ya estarán marchitas. Por supuesto que hay que mantener en condiciones los nichos, pero no es a eso a lo que yo me estoy refiriendo.
No necesito visitar sus tumbas para acordarme de los míos: mis padres, mi hermana, mis tías, mis suegros, mis amigos... porque siempre los llevo conmigo. Sin flores de efímera duración, y sí con las imágenes alegres del tiempo que tuvimos la suerte de compartir. Y les hablo, me río con ellos, les pido a veces que me echen un cable, y cuando no me lo echan me enfado. No necesito una fecha para recordarles porque forman parte de mi vida, aun después de muertos.
Me gustaría no morirme nunca, pero me llegará la hora como a todo el mundo. No quiero flores ¡Qué horror el olor de los crisantemos! Ni quiero cementerio. Lo que más me gustaría sería quedarme para siempre en el corazón de los míos. El mejor lugar para seguir viviendo y en el que todos añoramos descansar.