17 de junio de 2013

Yo, mí, me, conmigo...


Llevo tiempo queriendo escribir una entrada referente al "ambiente" que se respira en el metro a las horas punta de la mañana.
Seguramente habría escrito algo así:
"El metro es para mí el mejor medio de moverse por una ciudad como Madrid, donde los atascos forman parte de la normalidad diaria, y viajando en él tenemos la certeza de llegar a tiempo a nuestras citas o lugares de trabajo, aunque a veces
resulta deprimente observar la caras de las personas con las que nos cruzamos a esas horas, incluida la nuestra, cuando la vemos reflejada en los cristales de las ventanas y las puertas de salida.
La gente se comporta de forma esquiva. Esta triste, malhumorada, somnolienta, y excepto dos o tres que llevan un libro y mantienen la mirada fija en sus páginas, el resto llevamos los ojos vagando por el vagón (bonita redundancia), y cuando nos encontramos con los ojos de otra persona, rápidamente miramos hacia otra parte, como aparentando que nos importa un bledo lo que diga o lo que haga.
Qué aburrido es viajar a esas horas en el metro. Cada cual metido en sus propios pensamientos, solos en medio de tanta gente. Si hay suerte y suben dos o tres que se conocen, por lo menos tenemos la oportunidad de distraernos con su conversación, aunque también hagamos como que no escuchamos. Nadie necesita de nadie. Qué largo se hace el trayecto y qué tedioso.
Una chica a la que no le ha dado tiempo a maquillarse, saca la bolsa de aseo, y vamos siguiendo con disimulo, eso sí, todo el proceso de transformación de la moza. Cuando acaba, dan ganas de aplaudir, pero seguimos impertérritos. Yo, mí, me, conmigo..."
Imagino que algo así habría escrito, pero el panorama ha cambiado tanto, que mi texto quedaría obsoleto.
El móvil ha cambiado la forma de viajar y el semblante de la gente. Todos están despiertos, atentos a su pantalla. Los guasás, el apalabrados, el triviados, los solitarios, la música,  han revolucionado el "ambiente" de los vagones. 
Antes, se sentía uno solo, pero al menos miraba a los de enfrente, a la chica que se maquillaba, o al que dormía plácidamente. Ahora, lo normal es que nadie levante la cabeza del móvil, de las tabletas y de los ebooks. Los dedos viajan veloces por los teclados, voraces por tragarse las teclas antes de la siguiente estación.
El tiempo vuela porque disfrutamos estando conectados a diferentes aplicaciones o juegos, pero seguimos con el yo, mi, me, conmigo, y solo a través del guasá nos relacionamos con el tú, ti, te, contigo.
Sí, estamos conectados, pero seguimos tan solos o más que antes.