28 de junio de 2018

Oporto 1

Nos fuimos a esta ciudad que nos atrajo siempre y que por diversas causas aún no habíamos tenido posibilidad de ver.
Llegamos al aeropuerto Francisco Sá Carneiro por la mañana y tomamos el tren que nos llevaría a Oporto, a su emblemática estación de São Bento, decorada con 20.000 azulejos que narran hechos históricos de Portugal, en tonos azules, y otros, más pequeños y coloridos en la parte superior, con escenas dedicadas al desarrollo de los transportes portugueses.
Es la más bella del mundo.

Fue inaugurada a principios del siglo XX y de aquí parten trenes para las principales ciudades portuguesas.


Mi Antonio disfrutando ante tanta belleza.





Dos ríos importantes de Portugal: Miño y Duero


Entrada y salida de los andenes.


Por ahí ando.




Exterior de la estación São Bento.

Nos gusta siempre alquilar apartamentos en lugar de ir a hoteles. Nos sentimos más independientes. La situación y el tipo que escogimos tuvo mucho que ver en el éxito de la visita a Oporto.


Estábamos en Largo dos Loios y a la izquierda podíamos ver las torres de la Catedral de Oporto.


Desde el apartamento se veía por encima de los edificios la aguja de la Torre de los Clérigos. Llegamos con un tiempo criminal, pero se arregló enseguida.


Era un piso con mucha iluminación. Algo parecido a un loft, en el que se había puesto de forma estratégica una especie de L que distribuía perfectamente el espacio. Como se puede ver, la cama estaba en el interior de la L.


En este lateral estaba la cocina, con muchas más cosas de las necesarias para pasar una semana. De todas partes salían armarios y cajones. Incluso una tabla de plancha.


En la parte frontal, un armario y cajones.


La cocina, que se podía cerrar también.


Teníamos muy cerca varios supermercados que nos facilitaban la compra de bebida, fruta o lo que necesitáramos.


En la parte trasera estaba el baño.



Un apartamento con muchísima luz.
Una siesta y nos vamos a descubrir la ciudad.