Dentro de unos minutos será 12 de octubre, Día de la Hispanidad, y yo, que me siento tremendamente orgullosa de ser española, quiero rendir un homenaje a mi tierra, a ESPAÑA.
Estamos viviendo una época en la que parece que se lleva renegar de todo lo nuestro, de avergonzarnos del himno y de nuestra bandera, la cual se luce sin embargo con orgullo, cuando de deportes se trata. Pues es la misma que luego no quieren enarbolar y que algunos no soportan que otros enarbolen. Es una falta de coherencia, pero a algunos, pedirles que lo sean, es algo que sus limitadas neuronas no alcanzan a comprender.
Los que mañana no estarán presentes en el desfile, nadie va a echarlos de menos, porque la mayoría de los españoles sabemos que solo buscan la confrontación, y sinceramente, nos ahorrarán su estúpida presencia. Incluyo al líder de Podemos, que en un comunicado ha manifestado su intención de no asistir, porque no lo considera un bien social, o algo por el estilo, ¿Qué tendrá que ver una cosa con otra? A lo mejor se pone mañana el himno de Venezuela, para compensar.
Con cuánta envidia contemplo cómo otras naciones veneran sus símbolos.
Claro que hay cosas por arreglar, pero eso no tiene por qué significar abominar de lo que es nuestro. Nos estamos perdiendo en un bosque de banderas que lo único que consigue es que perdamos de vista, que sobre todas ellas, está la que nos une a todos: la de ESPAÑA
Nací en ESPAÑA, vivo en ESPAÑA, defenderé siempre a ESPAÑA y mañana colgaré en mi balcón la bandera de ESPAÑA.
¡VIVA ESPAÑA!
No sé si lo he dejado suficientemente claro.
