Arriba, el Ayuntamiento Nuevo.
Ayuntamiento viejo.
Se puede admirar gran cantidad de románico, y la ciudad en sí merece verla con más detenimiento.
Ya sé que alguien pensará que digo una barbaridad, pero intentaré explicarme: estoy acostumbrada a ver presas bastante grandes, en las que se pierde de vista el muro de contención, pareciendo que se encuentra una en un lago enorme. Y así, a simple vista, pues se me antojó hasta pequeño, porque mi ojo ha visto cosas parecidas aunque no tengan la importancia de ésta.
Lo siento, pero esa fue mi percepción.
La foto está tomada desde un mirador en San Martín de Castañeda.
Bajamos a una de las playas del lago y las vistas eran preciosas, pero me seguían pareciendo muy semejantes a las de los pantanos de Madrid.
Había bastantes tiendas, per ofrecían lo mismo: licores, habones, chorizos, empanada, trucha......................eso sí, todo "a la sanabresa", pero prácticamente igual que en la mayoría de sitios. El hotel ni fu ni fa, más fa que fu, y la comida nos la sirvieron después de tres cuartos de hora en la mesa. Imagino que entre semana cambiaría la cosa.
Por la noche, con bastante frío, a mi Antonio se le ocurrió que nos fuésemos frente al parador a fotografiar de lejos todo el conjunto iluminado. Estaba precioso.
Como no queríamos salir tarde, a las nueve nos fuimos a desayunar y no encontramos ninguna cafetería abierta. Nos dijeron que hasta las diez no abrían, por descansar de la noche, aunque no vi ninguna movida por ningún sitio y a las diez no había ya nadie en la calle. Misterios.
Total, que encontramos al final una que estaba abriendo, donde la tarde anterior habíamos tomado unos cafés, y una muchacha simpatiquísima nos atendió. Le hago publicidad porque es lo único que encontré que me gustara: se llama Puig y está en la Plaza antes de las escaleras.
Y camino de Orense, paramos unos kilómetros antes y recorrimos Allariz, un pueblecito precioso, con un barrio judío digno de conocerse.
Bajamos hasta el río y las vistas eran muy bonitas.