7 de marzo de 2012

El aseo del Rey Sol

Parece ser que a este rey no le gustaba mucho el agua. Se negaba a bañarse en palacio a no ser que su médico se lo prescribiera, porque le producía dolores de cabeza y vértigos, y el aseo era algo muy superficial como para arriesgarse a padecer esas molestias. Sin embargo recordaba con gusto cuando en compañía de su madre y el resto de la corte, se metía en las aguas del Sena.

(Debía de ser impagable la imagen de todos vestidos con camisas grises dentro del río).
Por las mañanas se lavaba la cara con un trocito de algodón empapado en alcohol, o si pensaba que era ya pasarse, con su saliva se apañaba.
Y se ponía la peluca llena de piojos, que era un gusto. Rasca que te rasca, hasta que se hizo construir una mano de plata para rascarse. (Yo compré una vez una mano muy bonita, con su estuche y todo, pero era un rascahuevos. No recuerdo a quién se la regalé).
Se cambiaba el hombre de uvas a peras, y además, con la costumbre de no abrir las ventanas para no constiparse, l'eau de sobac impregnaba todo el palacio.
Cuando quería conquistar a alguna dama, se rociaba de perfume fuerte para matar el olor de zorropino que llevaba, y ellas se desmayaban ante sus encantos. No había para menos.
Pero hay que hacer justicia: las manos se las lavaba varias veces al día con vino... no se sabe si antes o después de ponerse el perfume.