6 de octubre de 2012

El mundo contra mí.

Esa es la sensación que tengo en el verano.

Yo había perdido unos kilos y estaba "casi" perfecta allá por abril. Me marché una semana a Turquía y ya se empezó a estropear la cosa. Luego estuve unos días en Nerja, y entre pescaíto por aquí, berenjenas con miel de caña por allá, cervezas a gogó, postres riquísimos y desayunos, el "casi" se fue quedando en "casi ná".
Un mes en Torrevieja con aperitivo diario, comidas en casa de amigos, comidas de amigos en casa, helados de cierta marca comercial que no me da la gana de nombrar porque no me paga, en el frigorífico, las siestas, las bandejas de dulces que me regalaban... ¡Un asco!
Un asco de cremalleras y de botones que ya cerraban porque no había más remedio, pero de muy mala leche.
Y me vine para casa pensando que todo iba a cambiar porque aquí ya no dependía de nadie y comería lo que yo decidiera. Sí... sí... sí...
Me fui al cámping de la sierra porque aquí hacía mucho calor, y ha sido lo peor de lo peor.
._ Carmen, quieres una cerveza?
._ Carmen, quieres un vermouth?
._ Carmen, ven a tomar café que he hecho una tarta riquísima.
._ Carmen, bebe clara del porrón que está muy fresquita.
Y es que todo sabe tan bien cuando me lo sirven...
Por si faltaba algo, la reunión guineana que este año ha sido en San Pedro del Pinatar. Una semana, todo el día con gente  y comiendo cosas que claramente sé que son pecado. Pero como lo mío es pecar...
¡No hay derecho! Si digo que no quiero, que no me lo repitan porque a la segunda ya caigo. La gente me provoca. La culpa no la tengo yo. La tienen los demás, que se empeñan en que cambie de talla todos los años y encima lo consiguen.
¿Y ahora qué? ¿Cómo estiro los pantalones para que me entren? Los puedo llevar con la cremallera sin subir y con un letrero que ponga que yo no tengo nada que ver con eso, que he sido un daño colateral.
¡Qué difícil resulta vestirse a la vuelta de las vacaciones!