8 de octubre de 2013

No sin mis aparatos


Existe en la red un foro que se llama Mundorecetas, en el que además de cocinar se hacen muchas otras cosas, y dentro del apartado culinario, hay un post fijo que tiene por nombre "Culo veo, culo quiero".
Pues de eso precisamente trata esta entrada.

Unas veces guiso más, otras menos, pero por supuesto con la ayuda incomparable de mi ejército de aparatos, porque de verdad que ya son muchos. Unos salen más a diario, otros para las BBC y algunos no han llegado a estrenarse, pero todo se andará que la vida es larga.
He asistido a cursos presenciales de Telva y eso es una perdición porque en el hall tienen la tienda con lo último de lo último en pijoterías de todo tipo, de alimentos raros, de libros... una pasada.
Pero siento que me faltan cacharros. Hoy día una no es nadie si no tiene un sifón para hacer espumas, una máquina de pasta, el kit de esferificaciones, o la bomba para soplar el azúcar. (Viene la Navidad, jejejejej... no es por nada)
Moldes? De silicona: redondos, acanalados, abombados, en espiral, largos, de madalenas grande, de madalenas pequeñas, de bocaditos, de bombones. De acero: largos fijos, largos desmontables, redondos fijos, redondos desmontables, de oso, de margarita, de caña entera, de media caña, de flanes...
Un espumador de leche al que aún no le he encontrado la utilidad.
Me compré una sartén para blinis que si no me la compro reviento, y he de confesar que la regalé sin llegar a estrenarla.
¿Y el soplete? Qué cosa tan útil debe de ser si se utiliza bastante. Tengo el grande y uno de boli. Solamente una vez tosté una tarta, que más parecía que estaba calentando brea, pero ahí están por si los necesito, cosa que me tranquiliza muchísimo, porque a ver: si un día me diera por quemar un arroz con leche por ejemplo, que aún no me ha dado pero todo es posible, me sentiría sumamente frustrada por no poder hacerlo. O también por si tengo que socarrar las plumas de un pollo, que con las vitros ya, nanay.
Las cucharillas de degustación además de comprar las del saco de Makro, tengo blancas de plástico, de porcelana, dos juegos de acero, y otras que compré en Francia monísimas de colores que aún están sin estrenar.
La churrera, la tijera multicorte para hierbas, peinadores de bizcochos, cortapastas a tuti plen.
Biberones de todos los tamaños, anillo-cepillo limpia verduras, sacapuntas para los pepinos y las zanahorias, el termómetro de almíbar, porque a ver cómo voy a saber yo si ha llegado al punto de bola. Se puede con la espumadera, pero tanto soplar es una gaita.
El hilador de huevos, que es algo absolutamente imprescindible en la decoración de muchos platos. Anda que no me costó encontrarlo. ¿Si lo uso mucho? Bueno, pues... la cuestión es que si lo necesito, ahí lo tengo.
Las mangas, fijas y desechables, con todas las boquillas numeradas en su sitio, que son mi orgullo pastelero.
Los cursos de Telva he de reconocer que me han hecho mucho daño, porque veía en las clases las chorraditas que utilizaban y me apetecían todas: agarradores de margarita, de vaca, de mariposa, pincel de silicona con depósito para el huevo, la arrocera, que la compré en un curso de sushi y que me deja el arroz... para tirarlo directamente, pero yo insisto en cogerle el tranquillo, el kit de sushi....
Lidl también ha contribuido bastante a que me hagan falta más armarios en la cocina: maquinita de azúcar algodón, chocolatera, heladera, panificadora, gofrera y algo más que habrá por los armarios.
Por otra parte, aquí hay dos tiendas americanas que son la locura en cuestión de cacharros de cocina. La dependienta de una de ellas es española, pero se empeña en hablarme en inglés, a pesar de que le he dicho mil veces que yo no me entero de nada, y ella dale que dale. Pero bueno, que es una gozada entrar a tocorrear aunque no compre nada.
La thermomix, como iba todo el tiempo con ella de un sitio a otro, acabé por duplicarla, y las "cocineras" lo mismo. Más una chefo que he heredado.
Aparte de tener el síndrome de Diógenes, me confieso adicta a los aparatos.
He visto unas gafas para cortar cebollas sin que lloren los ojos... ¡Vale, vale! De momento no me la compro, pero tiene que ser estupendo estar pelando cebollas, que llamen a la puerta y no salir con los ojos como si se nos hubiera muerto el gato. La verdad es que son muy prácticas, como todo lo demás.
Y no es que me gaste mucho dinero. Únicamente que prefiero comprarme un aparato nuevo a un vestido o unos zapatos.
Voy a ver otra vez las gafas.