Arriba, el Ayuntamiento Nuevo.
Ayuntamiento viejo.
Homenaje al Merlú en la fachada de la Iglesia de San Juan. En la Semana Santa zamorana, seis parejas de cofrades con tambor y corneta, pertenecientes a la Hermandad del Nazareno, recorren las calles llamando al resto de los cofrades para formar en la procesión.
De la Plaza Mayor parte la calle Balborraz, que va hacia el río.
Se puede admirar gran cantidad de románico, y la ciudad en sí merece verla con más detenimiento.
Nos despedimos de Zamora en el puente sobre el Duero, con la Catedral al fondo, y nos fuimos hacia La Puebla de Sanabria, donde habíamos reservado habitación, y cómo no, la primera visita fue al lago, que a pesar de reconocer la importancia que tiene el que sea natural, el más grande de España y procedente de un glaciar, me dejó, valga la redundancia, "helada".
Ya sé que alguien pensará que digo una barbaridad, pero intentaré explicarme: estoy acostumbrada a ver presas bastante grandes, en las que se pierde de vista el muro de contención, pareciendo que se encuentra una en un lago enorme. Y así, a simple vista, pues se me antojó hasta pequeño, porque mi ojo ha visto cosas parecidas aunque no tengan la importancia de ésta.
Lo siento, pero esa fue mi percepción.
La foto está tomada desde un mirador en San Martín de Castañeda.
Bajamos a una de las playas del lago y las vistas eran preciosas, pero me seguían pareciendo muy semejantes a las de los pantanos de Madrid.
De la plaza principal del pueblo se sube por una buena cuesta hasta la del Ayuntamiento, donde se encuentra también la Iglesia y el castillo de los Condes de Benavente.Sentada a la puerta de una de las muchas posadas que hay.
Había bastantes tiendas, per ofrecían lo mismo: licores, habones, chorizos, empanada, trucha......................eso sí, todo "a la sanabresa", pero prácticamente igual que en la mayoría de sitios. El hotel ni fu ni fa, más fa que fu, y la comida nos la sirvieron después de tres cuartos de hora en la mesa. Imagino que entre semana cambiaría la cosa.
Plaza del Ayuntamiento.
Por la noche, con bastante frío, a mi Antonio se le ocurrió que nos fuésemos frente al parador a fotografiar de lejos todo el conjunto iluminado. Estaba precioso.
Como no queríamos salir tarde, a las nueve nos fuimos a desayunar y no encontramos ninguna cafetería abierta. Nos dijeron que hasta las diez no abrían, por descansar de la noche, aunque no vi ninguna movida por ningún sitio y a las diez no había ya nadie en la calle. Misterios.
Total, que encontramos al final una que estaba abriendo, donde la tarde anterior habíamos tomado unos cafés, y una muchacha simpatiquísima nos atendió. Le hago publicidad porque es lo único que encontré que me gustara: se llama Puig y está en la Plaza antes de las escaleras.
Y camino de Orense, paramos unos kilómetros antes y recorrimos Allariz, un pueblecito precioso, con un barrio judío digno de conocerse.
La Iglesia de San Benito.
Aquí ya eñmpezamos a ver cruceiros. Detrás el Convento de Santa Clara. Tanto la iglesia como el convento, están situados en el Campo da Barreira, que es donde dejamos el coche aparcado.
Una encrucijada del barrio judío.
Detrás de una iglesia nos encontramos con este monumento al toro, y según leí, tiene una historia: en las celebraciones del Corpus, los judíos atacaban a los que procesionaban y se mofaban de ellos, así que un noble salió a lomos de un buey, llevando sus criados sacos de ceniza y piedras para arrojar a los judíos cuando los encontraran, y así lograron que ya no les molestaran. Desde entonces se celebra la fiesta del toro.
Bajamos hasta el río y las vistas eran muy bonitas. Al lado del río había un water, que me causó una gran sorpresa, porque está en el mismo paseo, y digo yo que intimidad no tenía mucha el sitio.
El pueblo tiene unos rincones preciosos.
Y nos despedimos de Allariz, siguiendo nuestro camino hacia las Rias Bajas.