Nuestra segunda escala fue Dubrovnik, llamada también la perla del Adriático.
23 de julio de 2009
Dubrovnik
Nació de la unión de dos islas: Laus y Dubrava y antes que Dubrovnik se llamó Ragusa. La unión de las dos islas se llevó a cabo en lo que hoy es la calle principal, o Stradum.
Está rodeada por una muralla que la protegió del ataque de los turcos y tiene casi dos kilómetros de longitud, por 25 metros en su parte más alta y de 3 a 6 metros de ancha, según los tramos. La parte del mar es más delgada. Tardaron dos siglos en edificarla.
Perteneció a la República Veneciana hasta la invasión de Napoleón en 1809.
En 1667 un terremoto destruyó un tercio de la ciudad, y más tarde en 1991 con la guerra para la separación de Yugoslavia, sufrió bombardeos que la dejaron destrozada. Existe un plano con las huellas que dejó en sus calles la contienda. Solamente la murallla resistió sin daño alguno.
Fue reconstruída en su totalidad por la UNESCO y declarada Patrimonio de la Humanidad por este mismo organismo 1979.
Sus tejados rojos, la piedra gris de la muralla, el adriático azulísimo y el cielo tan limpio, dan a la ciudad unos contrastes de colores cálidos a la par que serenos.
Tiene 50.000 habitantes que viven esencialmente del turismo, y la moneda oficial es la Kuna. Un euro vale 7'5 kunas. Todo se puede comprar con nuestra moneda, aunque ahí algunos intenten hacer el agosto antes de tiempo. Los precios los dicen en euros y en kunas, pero si anda uno con la calculadora, a veces no es verdad el precio en euros, que de todo hay en la vida, y algunos barren para adentro.
Después de comer en el barco nos vestimos de guiris y....................a descubrir Dubrovnik.
Al desembarcar cogimos uno de los taxis que había esperando, porque era más rápido, más seguro y no era caro. Nos llevaron 10 euros hasta la puerta Pile.
Empezamos por la calle principal, y aparte de unos edificios preciosos, había unas heladerías que eran como pecados. Me comí tres cucuruchos enormes (a lo largo de la tarde, malpensados), a un euro cada uno, pero estaban riquísimos.
Seguimos admirando la ciudad, y en la calle Od Puca, que prácticamente era toda de joyerías, me compré un collar precioso de plata y coral del Adriático.
Callejuelas estrechitas arriba y abajo, pero no nos queríamos perder nada porque en cada rincón podíamos encontrar alguna sorpresa. Y nos hizo mucha gracia las decoraciones de puertas y ventanas con guirnaldas de hojas de laurel. El patrón es San Blas, y ese día lo conmemoran engalanando las fachadas. Algo así como la cruz de mayo o las palmas de domingo de ramos, que se dejan en las puertas todo el año.
Luego tomamos unas cervezas para coger fuerzas y subimos a la muralla. Empecé con muchas ganas y lo filmaba todo, pero hay que reconocer que cansa lo suyo ir para arriba y para abajo. Hubo un momento en el cual creí que tendría que sentarme a descansar, desfallecida, y en esas que allí mismo, sin ser un espejismo había un kiosko y me bebí de un trajo una botella de nestea. Seguí otra vez andando, pero cuando vi el puerto viejo y el ambientazo que había allí, me bajé. O sea, que recorrí sólo la mitad de la muralla.
La calle principal, que se llama Stradum o Placa, de las dos formas. Un suelo bonito de mármol,pero tan desgastado que resbalaba, tiendas a ambos lados y al fondo la Torre del Reloj donde las campanadas las da una figura de bronce que aporrea con un mazo la campana.
Nada más entrar por la puerta Pile nos encontramos con esta fuente que se llama "Onofrio" y de la cual manaba un agua fresquísima de la que bebí sin saber si era o no potable. Más tarde me enteré de que en Dubrovnik todas las aguas se pueden beber. El agua sale de unas caretas llamadas gorgonas.
A mano izquierda de la calle Stradum, todas las callecitas eran de este tipo: estrechas y con muchas escaleras.
Al final de la calle Sradum se halla la Plaza Luza y en el centro la Columna de Orlando, cuyo codo de 51 centímetros, se utilizaba como medida en la Edad Media.
De la plaza a la derecha, se puede ver el Palacio del Rectorado. Hoy alberga una pinacoteca de pintores locales y se exponen monedas, sellos y medidas de la antigua Ragusa.
Y también aquí en plaza, la Iglesia de San Blas, patrón de Dubrovnik. Obsérvese a la derecha, con sombrerito, a una servidora terminando de dar cuenta de uno de los helados.
El Monasterio de los Dominicos es algo precioso e imponente. Aquí una de sus puertas con una escalinata que me encantó.
Y una simpática vendedora de artesanía, que la estaba haciendo allí mismo. La gente es amabilísima y se esfuerzan por entenderte, cosa que en otros sitios no nos pasaba.
Esta foto está tomada desde la placita de Gundulich donde nos sentamos a tomarnos una cerveza y esas escalinatas conducen a la Iglesia de San Ignacio.
Este puesto pertenece a un mercadito que ponen todos los días, excepto los domingos, en la Plaza Gundulich.