21 de febrero de 2011

A los señores dentistas

Cuando volví a las siete de la tarde a casa, unos amigos que me estaban esperando, se preocuparon al verme andar con dificultad y llevarme al tiempo la mano a la cabeza. Como además no hablaba bien, les pegué un buen susto porque creían que me sentía indispuesta por algo grave.

¿Qué te ha pasado? ¿Te encuentras mal? ¿Te has caído?
Zranquilos, que ssssstoy bien. Ssssssssse me passsssará bronto.
¿Pero de dónde vienes?
Del dentizzzzzta.
¿? ¿? ¿?...
¿Del dentista? (Cara de asombro). ¿Tanto te duele la boca?
No, be duele el culo y la codonilla.
Pues hija, aunque estés con la anestesia, explícanos qué te ha pasado. No sabemos qué tiene que ver el culo y la coronilla con las muelas.
Pues muy sencillo: cada vez que le veo venid hacia mi con un adtilugio nuevo y me dice que afra la boca, embiezo a abretar la cabeza y el culo conzra el sillón, de fodma incociente. De vez en cuando me digo: "Cadmencita, delájate que no es pada tanto", pedo a los dos minutos ya stoy ozra vez haciendo más fuedza que si estuvieda de padto.
A mí no me dan miedo los dentistas, y no me duele nada de lo que me están haciendo... que no es poco precisamente, pero les temo porque los sillones son muy duros.
No sé si lo habré dicho suficientemente claro ¡SON MUY DUROS!
Los tiempos adelantan, y lo mismo que hay camillas de estetica con agujeros para que cuando una está boca abajo se sienta cómoda y no se levante con la nariz como los boxeadores, ¿Por qué razón los sillones de los dentistas no tienen que llevar un agujero a la altura de la cabeza y del culo? Es una sugerencia.
Y otra cosa: ¿No hay forma de que los aparatos hagan menos ruido, o por lo menos que no lo hagan tipo serrucho?
Los dentistas son meticulosos por naturaleza. Nosotros deseando que acaben y diciendo para nuestros adentros: "ya tiene que quedar poco". Y entonces cambia de lapicito eléctrico y cuando crees que ya está acabando, entonces se ensaña como si le diera lástima de terminar, le pide a la enfermera algo irrepetible, y hala, a repasarlo todo bien, no vaya a ser que se le haya quedado algo sin escudriñar. Y con las babas ya saliéndose, aparece una señorita que amablemente te mete un aspirador que te succiona hasta la campanilla, y que tienes que ir dirigiendo con la lengua como buenamente puedas, para que no te den arcadas.
Y yo intentando en vano escaparme por el foam del sillón.
Con todas las sesiones que me quedan aún, no sé cómo voy a quedar...
¿Y si me pongo una chichonera y me llevo un flotador de niño?