Esta vez nos dirigimos a la segunda ciudad más grande de Noruega, después de Oslo. Tiene 264.000 habitantes censados en 2011.
Se le considera la puerta de los fiordos y por ello el turismo en la ciudad se ha incrementado en los últimos años.
Su nombre significa "montañas", por estar rodeada de ellas. La circundan siete colinas. También recibe el nombre de "ciudad de la lluvia" por la cantidad de días al año que llueve. La media está en 300 días al año, y en una ocasión estuvo lloviendo durante ochenta días. Nosotros tuvimos suerte y el cielo nos dio una tregua.
Tenía ganas de conocer esta ciudad, pues a pesar de que los otros pueblos que habíamos visto eran bonitos, me iba pidiendo el cuerpo ver otra cosa. Las casitas de colores, los prados y los ríos ya me estaban cansando y necesitaba algo de asfalto. Ya sé que hay mucha gente que no piensa como yo, pero incluso a ellos les encantaría Bergen. Una preciosísima ciudad.
Paseando por el muelle vimos una mina submarina.
El muelle hanseático.
Esta es la parte más característica de Bergen: Brygen. Casas de madera del siglo XVIII, algunas de ellas reconstruidas tras un incendio. Han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad en 1980. En algunas de ellas se encuentran museos.
Al llegar a la Plaza del Mercado cogimos el autobús turístico, que nos dio una vuelta muy generosa por la ciudad. Una buena elección. Más tarde nos detendríamos en el centro.
Calles que veíamos desde el autobús. Las casas, en general, son de madera, pero debido a los incendios en una época estuvo prohibida su construcción, pero como de ladrillo resultaban más caras, lo que hacía la gente era construirlas en madera por dentro y de ladrillos por fuera, con lo cual no se evitaron los incendios, y fue peor, ya que ardían tipo chimenea, que es como se las denomina.
Pasamos por el Den National Scene, un prestigioso teatro. A la derecha hay una estatua de Ibsen.
Otra calle. Las casas son preciosas.
De nuevo Bryggen. Como se puede ver, una de las casas está torcida.
Una vez más, nos sorprenderon las tapas de alcantarillas. en esta ocasión las casas del Bryggen.
Los puestos de pescado en la plaza es lo más característico de esta zona.
Los platos dispuestos para su consumo. Evidentemente caro, pero buenísimo.
El mercado de pescado visto desde uno de los muelles.
¿Hace una de langosta?
Este es uno de los pocos sitios donde se puede consumir ballena y no desaprovechamos la ocasión. Tomamos un aperitivo sentados en unas mesitas con bancos que hay detrás de los puestos. Las cervezas nos las cobraron bien: ocho euros el botellín.
El Capitán, zampándose la ballena. Estaba buena.
La mayoría de los que vendían en los puestos eran jóvenes, y entre ellos algunos españoles.
Salmón en todas sus variedades.
Caviar de todo tipo.
Aqui se vendía la ballena, que vista así, parece hígado.
Bacalao seco, creo.
Enfrente, más o menos, había un mercado de productos noruegos. Los clásicos sombreros "pescanova".
Cuchillos para quitar la piel de los renos. (o para partir sandía, como en mi casa)
Mi Antonio ya preparado para la pesca, jeje...
En la plaza donde estaban los puestos, una estatua del escritor escandinavo Ludvig Holberg, nacido aquí.
Arriba, un hombre tocaba la trompeta. El monte Floien tiene 320 metros de altura y aquí hay restaurates y tiendas.
Haciendo el ganso con un troll gigante.
El Capitán, con el puerto de Bergen al fondo.
La bajada del funicular era bastante impactante por la pendiente.
De nuevo en la plaza, paseamos un rato y nos llamó la atención dónde tenían los restaurantes las estufas.
Por último fuimos por una zona comercial con buenas tiendas y casas preciosas, pero ya estábamos muy cansados y decidimos volver al barco.
Creo que se nota lo que me ha gustado esta ciudad.