Es el municipio más extenso de la provincia de Cádiz y está situado en lo alto de una peña sobre una hoz del río Guadalete, a más de 100 m de altura. Es el punto de inicio de la Ruta de los Pueblos Blancos. Mantiene el aire musulmán en sus calles estrechas y empinadas, en los restos de la muralla que lo rodeaba, y en el antiguo alcázar, denominado hoy día Castillo de los duques de Arcos. El nombre de la ciudad lleva irremediablemente al equívoco, ya que se da por hecho que el nombre de "arcos" viene dado por la cantidad de ellos que hay en las edificaciones, pero no. Los romanos la llamaron Arx-Arcis, que quiere decir fortaleza en altura; después los árabes la llamaron Medina Arkos y, como era la frontera entre moros y cristianos, pues de ahí el nombre: Arcos de la Frontera.
La Puerta Matrera, antigua Puerta de jerez, separa la parte alta y baja de la ciudad. Aquí empieza la Cuesta de Belén.
Hay rincones preciosos. Donde está la estrella, ponen un belén todo el año. El belén artístico de El Camborio.
Hay varios miradores, porque las vistas desde arriba son fantásticas. Este es Abades, y me hizo mucha gracia la entrada.
Ya estamos llegando arriba. El Callejón de las Monjas. A la derecha, portada del Convento de la Encarnación. Al fondo ya, la Plaza del Cabildo.
El la plaza, la Basílica de Santa María de la Asunción, levantada sobre los restos de una mezquita Es el templo más antiguo de Arcos.
Ayuntamiento de Arcos de la Frontera. Por detrás se puede ver parte del castillo, que también se encuentra en la parte más alta.
Plaza del Cabildo. Cuando fuimos servía de aparcamiento, cosa que ahora, menos mal, se ha prohibido. A la derecha se encuentra el parador de turismo.
Otra de las cosas que me llamaron la atención fueron los guardacantones para proteger las esquinas de las calles. Son columnas de distintos estilos.
Salón Cultural San Miguel, antigua fortaleza árabe hasta el siglo XV, que se transformó en mezquita. Fue luego iglesia y hospicio para niñas huérfanas. Actualmente es una sala de exposiciones.
UBRIQUE
Siguiendo la Ruta de los Pueblos Blancos que habíamos empezado en Arcos de la Frontera, llegamos hasta Ubrique, aproximadamente a 40 kilómetros un municipio de otro. Se encuentra entre la Sierra de Grazalema y Los Arcornocales.
En el siglo XVIII se instalaron aquí muchas fábricas de piel, que siguieron la tradición musulmana de la marroquinería. Es uno de los mayores centros de trabajo de la piel en Europa, y fabrica para las marcas más importantes del mundo: Loewe, Louis Vuitton, Dior, Chanel... entre otras. Hay un museo dedicado a esta industria, en el antiguo Convento de Capuchinos. Y si queremos llevarnos un recuerdo de Ubrique, en la Avenida de los Callejones se ubican la mayoría de los comercios.
En esta avenida se encuentra el edificio ABC, que recibió el nombre de El Santamaría en honor a un emprendedor manchego que llegó a este pueblo en 1916, y que creó aquí una de las fábricas más importantes de piel.
En la entrada al edificio hay unos jardines con una fuente central y unos bancos realizados en azulejos con escudos, flores, animales y secuencias del Quijote y Goya.
El casco histórico, con un trazado medieval, donde el entramado de calles empedradas y empinadas, las casas encaladas, los balcones de forja y las flores que surgen en cada rincón, le han valido ser Bien de Interés Cultural.
Plaza del Consistorio, con el ayuntamiento situado en un extremo de la plaza y construido a principios del XIX. Adosado a él, la Fuente de los Cuatro Caños.
Fuente de Carlos III, llamada también de los Cuatro Caños, construida de piedra arenisca labrada en 1727, de una sola pieza.
Y en una esquina de la plaza, además del repartidor de embutidos jeje..., podemos ver la espadaña de la Ermita de San Antonio, que es el símbolo de la ciudad. Más tarde tendríamos ocasión de verla mejor desde uno de los miradores que existen en la sierra.
La Ermita de San Antonio es el templo más antiguo de Ubrique, que comenzó su construcción a principios del siglo XVI. Es visible prácticamente desde todos los puntos de la ciudad.
Cruz enrejada en la Calle de la Guindaleta.
A veces se nos hacía difícil saber si estábamos por arriba o por abajo. Era como un laberinto.
El casco histórico es muy fotogénico, pero yo pensaba todo el tiempo en que la gente que viviera aquí tendría muy buenas piernas.