21 de febrero de 2010

La Cagonlaleche Cap VIII




Altair:
Nos contó Luccía que hacía mucho tiempo que no jugaba al bridge ni a la canasta. En la Cagonlaleche, en los últimos tiempos nos afanábamos en el Dominó y el chinchón.
En las travesías hacia Menorca desde Torrevieja, los francos de servicio le dábamos al chamelo sobre una mesa en la toldilla de popa. Ese lugar era el utilizado para muchos saraos nocturnos; ya comenté que a Luccía le encantaban estas fiestas llenas de música, cava y vestidos con empaque.

Cuando el tiempo no estaba tan bonancible, la blanca doble y el seis pito, los movíamos en la mesa del salón, cubierta para la ocasión de una lamina de mármol...así sonaba como si de un velador de casino pueblerino fuera.

La cámara central de la Cagonlaleche era el espacio mayor de la goleta, exceptuando, claro está, la cubierta. Este salón tenía forma ovalada, la banda de babor eran unos anaqueles repletos de libros conteniendo las mejores aventuras humanas y divinas, los mejores pensamientos, los grandes y pequeños hechos marinos, las profundas filosofías, las más bellas láminas artísticas, los más intrincados sentimientos...Muy completa la biblioteca de la Goleta... Quizá, al decir de Luccía, la parte más querida de nuestra Capitana : sus lecturas. Cualquier aparejo, toda aventura, cualquier rito, cualquier sentimiento, cualquier imagen bella, toda palabra bonita, muchísima poesía...estaba incluida en esos libros. La música y la imagen redondeaban el placer de los sentidos en aquel cómodo lugar.
Tenía Luccía una enorme colección de Cd y discos con lo más selecto y escogido. La Capitana era una adicta a la buena música. En la goleta había un completísimo juego de altavoces disimulados por todos los mamparos. En los últimos tiempos Luccía descubrió otro placer : la imagen grabada. Nos acompañaban una colección de cientos de DVD.
La luz entraba a la cámara ,tamizada por cortinillas de seda, a través de portillos clásicos de bronce, pero ello no impedía que se iluminaran los sofás corridos de la estancia y cubiertos por acogedores colchonetas mullidas y forradas de una tapicería muy de colores claros haciendo resaltar la teca maciza de los mamparos y boisseries.
Un aspecto a destacar era la cocina situada a estribor. Completa práctica y dotada de todos los cacharros necesarios para sus importantes fines. Muy buenos platos se fraguaron en aquellos sacrosantos lugares. En este ambiente distinguido, cálido y entrañable, pasaban muchas de nuestras horas cuando estábamos salientes de guardia.
En la crujía hacia proa, había un pasillo que distribuía los camarotes a babor y estribor. Íñigo, Raperr y yo teníamos adjudicado unos camarote individuales, austeros pero cómodos, con todo lo imprescindible para las navegadas y para llevar nuestros equipajes convenientemente estibados. Dos cuartos de baño en ambas bandas, nos daban servicio a nosotros y a la tripulación que ocupaba cuatro camarotes más a proa. En esto no habían distinciones : Silvano, N´guebo y su primo disponian de los mismos camarotes que nosotros. Sólo había una pequeña excepción con Gina la muy bella secretaria de Luccía: La Capitana quiso obsequiar a Ginetta con el camarote más chic después del suyo: era muy bonito el camarote de la más simpática y guapa de las secretarias..(que por cierto, se mareaba la pobrecilla...)
Por fín allá, junto al mamparo de proa y adyacente al pozo de cadenas, había un pañol de grandes dimensiones para almacén, taller, y muchas más cosas útiles en tan aprovechada nave. La Capitana Luccía nos exigía hacer guardias para descargar el trabajo de la tripulación. Y eso sí, todos teníamos los mismos derechos y obligaciones y compartíamos las tareas.

La Capitana sabía mandar, pero su autoridad no se notaba excesívamente. Bien es verdad que cualquiera de nosotros conocía su posición y se acomodaba, en cada momento a su rol.



Cagoleta:
Querido Altair: has descrito muy bien la goleta, aunque has omitido todo lo referente a mi camarote, que realmente es la verdadera joya de la Cagonlaleche.
Seguramente , por ser algo extenso lo dejaste para otra ocasión, pero permíteme que sea yo, que tan orgullosa de él me sentía, la encargada de describírselo a nuestros amigos: la cama estaba situada en el mamparo de proa, frente a las lumbreras rectangulares del espejo de popa , y se accedía a ella mediante tres escalones de madera de teca que la rodeaban, y que mis sirvientes se encargaban todos los días de pulir. Medía más de dos metros de ancha, colchón de agua como no podía ser de otra manera, y un gran espejo en el cabecero que reflejaba la luz de los portillos y que tantas veces fue cómplice de jugosas maniobras eróticas. En alguna ocasión, reposada en brazos amados, vi llegar en ella el amanecer tras una noche arrullada por placeres infinitos. Cuidé personalmente cada detalle de la estancia: en el techo mandé pintar una réplica de "El Nacimiento de Venus", de Boticcelli, pues muchas veces me compararon con esta diosa emergiendo de las aguas sobre una concha (en mi caso, sobre la Cagonlaleche). Un plafón de murano era el perfecto trampantojo donde se escondía la luz que por la noche iluminaba la estancia. El escotillón era corredero, de forma que en tiempo cálido pudiese admirar el firmamento y describir, en compañia, la situación de cada estrella, una a una reflejadas en mi cuerpo.
A estribor un escritorio dotado de las últimas novedades informáticas: un ordenador con conexión a internet a través de un teléfono satelital y una pantalla que me permitía ver desde la cama la actividad en la timonera. Una biblioteca dotada de libros con las más bellas historias y poesías que la mente humana pudier imaginar. Tampoco faltaba, encastrada en el mamparo y camuflada por un cuadro modernista, una televisión en la que a veces veíamos películas algo subidas de tono. Seguía un sofá de mullidos cojines que dibujaba la línea de popa y que sirvió para íntimas reuniones y lecturas sosegadas ,y una pequeña mesa para comidas frugales.

A babor se encontraban el baño y el vestidor: éste último repleto de ropa preparada para cualquier ocasión, pues lo mismo necesitaba trajes de baño y ropa deportiva, que vestidos de noche, sombreros, elegantes zapatos, etc., que usaba y disfrutaba en las escalas. En el suelo, una alfombra persa realzaba el ambiente.

El baño estaba dotado de una bañera circular, con jacuzzi, hecha de mármol de Carrara y rematada con una cenefa griega de lapislázuli, decoración que repetían los demás elementos de la pieza. Las plantas, los espejos, los apliques luminosos y el suelo, que simulaba un mar en calma, le daban a todo el conjunto un encanto especial. En las repisas se acomodaban objetos comprados a lo largo de los viajes, fotografías, porcelanas de Sèvres, figuras de plata....todo ello colocado perfectamente en soportes especiales para resistir las escoras y los embates de la mar. Mi camarote estaba dotado de toallas que eran verdaderas caricias para la piel, sábanas de raso de distintos colores (turquesa, burdeos, champán), con las iniciales de mi goleta delicádamente bordadas por manos expertas, colchas de sedas de Damasco, manteles de lino, lienzos de Holanda...en fin, que hasta el mínimo detalle tenía el "sello Luccía".

Procuré que cada rincón respirara lujo y comodidad, aunque a veces era difícil de conseguir. Recuerdo que les traje a ellos (Rapperr, Jacar, Iñigo Altair, N'Guebo y también a su primo), unos calzoncillos de encaje de Brujas, y en una de esa noches locas que en ocasiones tenían lugar, los lucieron. Estaban magníficos, muy favorecidos en contraste con las pieles morenas, aunque se quejaban de que les erosionaban algo sus partes, pero con tal de darme gusto lo sufrieron en silencio. Daba gusto verles de pie, con los vasos en la mano deambulando por la cubierta en animadas conversaciones, aunque de vez en cuando se llevaran la mano a las ingles para aflojar algo la puntilla, que como estaba sin mojar, tenía el apresto propio. Era impagable la imagen de los seis, bajo una noche estrellada, con esa única prenda sobre sus cuerpos, en la que el blanco lo parecía todavía más bajo los rayos de la luna.
Incluso tuve el detalle de proveerles de albornoces, cada uno con su avatar enmarcado por el nombre de la Cagonlaleche en el bolsillo superior. Ellos tuvieron el privilegio de gozar de los lujos de la goleta, y yo del enorme goce de su compañía.



Gina:

Holaaaaaaa........ Sono Gina, la segretaria de Luccía.

Io sono muuuuuu enfadata perque il signorito Ignigo, il capitano Altair e la Signora, han espligado la goleta e dicen ná de mi camareote, cuando es una de cosa mas bonito que tene Cagonlaleche.

Era estribor e taba el segündo después del salón.

Haber si los plico bene:

Alentrar: a la diestra, la mía camma, sobre cojonera de caoba con 6 cojones decorados, e tenía colcha prezosa de Ágata Ruiz del Prado, blue con cuore rossa norme in centro.

Frenti porta, a rincone, piccolo baño, perque Luccía no era segura de que compartiera io con tripolución; decía que después 5 copas ron, ni fiaba de Altair que era ya diccere.

Tenía un wc ( perque io sono finna ma normale, e defecco tuti le matini), uno lavabo e duscha en porchelana blue con tiramargaritas bianchi.

Per le momento vo bene.

Contyuno

Entre baño e camma scriptorio en le mamparo, ojo de vaca per lus camareote.

Habere io il mio ordenatore e le posé en cima un bello ricordo que un marineri spagnolo regalomi, molto lindo: uno toro negro, gordo, en manera de embestidura.

Entre porta e camma, stontería de libros míos e tambe allá, mesa e sillono molto comodín per la mía intimitá, ma non como Luccía, perque io si retirábame per reposare, era per eso mesmo, e non como ella.

Il techo era pintato blue con nuboli bianchi, mesmo que suolo, e asín aparecia que volaba e non navegaba.

Ho scrito cosa que nostá clara e vo spligarme: la prima ves que embarcami en Cagonlaleche, era tuta dando voltas la mía testa, ogos saltone, colore mal a la cara, comida per boca al mare tirada.......como veritable merdere era io completa. Tonces, il camereote pintato fue un trucco bono per no marearmi. Li mampari lo descoré con cuadriti colguati qui habere pintato io de pequeña, e como son meos, los porto sempre en tuti casas mís. ¿os a gustato mi camareote?



Cagoleta:

Mi fiel N'Guebo, siempre me protegiste y me cuidaste. Cuando yo tenía problemas, tu mirada cómplice era para mí como aquellas aguas tranquilas donde pasamos unos meses solos, sin amigos, sin otro aliciente que el discurrir de los días, en los que el ansia y el miedo se alternaban en mi ánimo, sucumbiendo en ocasiones a una triste melancolía.

Tú entendiste mis razones y me ayudaste en la decisión más difícil que hube de tomar en la vida, sin preguntar nada, sólo poniéndote de mi lado y trayendo la paz a mi espíritu cuando más lo necesitaba.

Disfrutaba haciéndome niña para recibir tus atenciones que no se hacían esperar. Por mí habrías dado la vida, y mi bienestar se convirtió en tu deber diario.

Por tantas cosa.............N'Guebo..................que hemos pasado juntos. Por los secretos compartidos, por esos ojos que derraman amor a cántaros, fuiste muy importante en mi vida.





Continuará............