15 de julio de 2010

¡Ay, que me come el tigre!


Inesperádamente, como todas las cosas de mi Antonio, salimos el domingo para pasar unos días de "descanso", y el módem que llevo para estas ocasiones no estaba bien, por lo que no me he podido conectar hasta tener otro.

Bueno, pues he llevado tres días de palizón entre cambio de muebles de una habitación, que ahora con tanto niño hay que reestructurar, limpieza, poda, ataque masivo a cucarachas y cochinillas, y ya parece que puedo por fin empezar a disfrutar del descanso, que me lo tengo merecidísimo.

Pero ¡AY! Los puñeteros mosquitos tigre me tienen enfilada y parezco una participante de Supervivientes.

El jardín, donde antes pasaba la mayor parte del tiempo, ahora ni lo cato porque me están esperando en la puerta, desde donde no se atreven a pasar, porque en la casa tengo puesto en el enchufe un insecticida. Me están jo........robando las vacaciones los hijos de su madre, y lo peor es que no sé cómo asesinarlos. Se admiten sugerencias, aparte del Aután.

Mi Antonio me ha comprado una mosquitera tipo dosel, de tul blanca, que cuando me meto en la cama, tipo crisálida, parezco de la película "Los otros", pero da confianza y tranquilidad, estar ahí encerradita.

El domingo llegamos pronto para poder ver el partido de la final, y nos fuimos al Club Náutico, donde habían montado una pantalla grande y sillas para los socios, y allí estuvimos sufriendo como está mandado. Mi Antonio me traía cafeses y zumo de tomate para distraerme de vez en cuando y salvarme del infarto, que la cosa no fue para menos. Yo, de vez en cuando dejaba de mirar porque oye, todavía hago falta en mi casa, y a mí no me pagaban los 600.000 euros que les pagaron a ellos.

Cuando acabó, quisimos salir con el coche, pero vano intento, ya que la calle era una marea humana con banderas y ganas de juerga. La policía regaba al personal y a punto estuvimos de irnos a casa calados, cosa que tampoco nos habría importado demasiado, dada la euforia del momento.

Hemos bajado a la playa dos días, y el mar estaba perfecto. Nos solemos poner en las rocas, alejados del bullicio general, pero este año los niños han invadido la zona, pertrechados con sus cazamariposas, cual ejército arrasador, cazando los incautos cangrejillos que asoman la cabeza. Qué matanza más inútil.

Si es que no van a dejar ni uno, total para echarlos en un cubito y que se mueran al otro día.

Sólo vi a un padre sensato, cogiendo un animalillo y después de enseñárselo en la mano y de que lo tocaran, para que no tuvieran miedo, lo arrojó otra vez al agua. Ante la extrañeza de los chavales, su padre les dijo que él como quería a los animales, deseaba que el cangrejillo siguiera viviendo, y los niños estaban encantados.

En fin, que yo creo que son los mismo padres quienes les compran los cazacangrejos para que les dejen tranquilos. Sólo me queda el consuelo, y no es por mala leche, de que algunos de ellos se caen unos culazos cum laude, al resbalarse por allí.

En cuanto a la gente, yo no noto que haya menos que otros años. La playa está a tope y los bares siguen llenos. Si acaso, menos extranjeros, pero vamos, que la crisis no se nota mucho.

Me voy a la farmacia por algo para las picaduras.