Pues eso. Que no sé si nos vamos o no, y ando indecisa sobre las cosas que pueda hacer o no en el día de hoy.
Porque a ver: a mí que me lo digan clarito lo del fin del mundo para saber a qué atenerme, que estoy en un mar de dudas.
Como no sé la hora, tengo la comida el alto. Sacaré algo del congelador por si la cosa fuera por la tarde y nos pillara aquí la hora de comer, porque esperando esperando, lo mismo nos entra hambre, y ya que nos tenemos que ir, que al menos nos vayamos ya comidos, que quién sabe lo que nos espera.
Desde luego, hoy no limpio. ¡Que le den a la casa! Sería de tontos limpiar por limpiar, y entre lo poco que me gusta y la inutilidad, lo dicho: que hoy paso. Total, si alguna vez nos encuentran estará todo lleno de polvo...
Tengo que llamar al gas para que no vengan a revisar la caldera. Ya me da lo mismo que explote.
Y en cuanto al menú de Navidad, hasta mañana no pienso calentarme la cabeza.
Mirándolo bien, hay que ver las cosas positivas que puede tener el fin del mundo.
De momento son las cuatro de la madrugada y no veo yo mucho movimiento, así que no espero más y me voy a la cama.
Dejaré en el blog la fotografía de un bellísimo amanecer entre las islas que rodean Estocolmo, como regalo a un mundo, que según los mayas, mañana hará ¡PUM!
Y si ya no nos volvemos a ver, pues ha sido un placer haber pasado por aquí.
Que explotéis a gusto.