12 de septiembre de 2013

En busca del tiempo perdido


Toda mi vida me ha gustado hacer cosas nuevas y he sentido mucha curiosidad por las que no conocía, pero con el paso de los años no estoy segura de haber acertado, es más creo que he perdido el tiempo. Me explico: como soy una picaflor, hoy aprendo algo y mañana lo abandono, con lo cual lo olvido y no me sirve de nada lo aprendido.
Cuando pienso en la cantidad de cosas que he hecho y que han pasado a mejor vida...

Mi madre se empeñó en que tenía que hacer patronaje y lo hice, aunque no me ha dado más que disgustos, porque aparte de que hace mucho que no coso, el Capitán me trae un día sí y otro también escudos marineros que tengo que coserlos en lugares casi imposibles. Acortar mangas, subir bajos a los pantalones... ¡Cómo odio la costura! Mi mayor ilusión cuando saco la máquina, es volver a guardarla.
Luego me pusieron a bordar y fui profesora de bordado. Me debía de sobrar mucho el tiempo entonces porque me hice una sábana que tenía 875 hojas bordadas, sin contar los bodoques, que eran tropecientos. Total para no ponerlas en la cama porque plancharlas cuesta un huevo. Ahora no sabría ni poner la tela en el aro.
Poco antes de casarme me empeñé en que me regalaran una guitarra. Fui a clases dos o tres meses y aparte de alguna ranchera y otras canciones de Mari Trini, mi carrera como cantautora fue corta. No voy a estar toda mi vida cantando "Yo nací en un ribera del Arauca vibrador" y "Camino verde". La guitarra está guardada y a lo más que llego ahora es a poner los dedos en el la, mi y re mayor y a hacerme polvo la yema de los dedos. Hala, otra cosa para el recuerdo.
Una temporada me dio por arreglar el coche y estuve durante cuatro años en un taller de mecánica y electricidad del automóvil. Nos enseñaron muchas cosas, sobre todo teoría, porque las prácticas las hacíamos con un seiscientos. ¡De verdad!  Recuerdo que en mi coche hacía el reglaje de taqués, le cambiaba los platinos, le ponía el anticongelante, incluso llegué a desmontar el carburador de mi Ritmo. Qué tiempos. Aparte de que a los coches de ahora ya no hay quien les meta mano, tampoco me acordaría. Cuatro años perdidos. El Arias Paz, la tester, el mono, el cargador de batería, la estroboscópica... pá ná.
Hice Auxiliar de Enfermería en la rama de nutrición, y también me acuerdo lo justito, que hay que ver cómo dominaba yo este tema. El título lo tengo junto con el de la Cocinera más dulce. Tan válido uno como otro, o sea, ná de ná.
Tuve una temporada de pintora... bueno, o al menos lo intentaba, pero sería incapaz de volver a coger un pincel. Aunque al menos, de esto quedan las pruebas, para bien y para mal, jajajajaja...
Tuve otra de tapices, y ya no me acuerdo ni de pasar la urdimbre, pero conservo, no sé para qué ¡Para nada! el tambor enorme en el trastero, y una caja grande de lanas con los utensilios que utilizaba. Dejé esta técnica rápidamente porque me daba muchísima dentera tocar la lana. Sólo de pensarlo me llegan los dientes al ordenador.
¡Los jabones! También tuve etapa jaboneril y otra enorme caja en mi taller es testigo de ello. Allí reposan los colores, las esencias, el aceite de almendras, la glicerina, los moldes... eso sí, la caja huele de maravilla.
Me saqué el PER y como no colgara escapularios de la Virgen del Carmen por todos los guardamancebos  para que gobernara el barco por mí, difícil lo iba a tener. No me acuerdo prácticamente de nada.
Manualidades sin fin, según moda del momento: bandejas, cajas, repujado de cuero, découpáge, scrapbooking, kumihino, fofuchas, encuadernación...
Repostería, que he dejado de hacerla porque me como todo lo que hago y no es plan. Eso sí, tengo un armario que es mi orgullo, con todas las pijadas habidas y por haber que salen al mercado en este tema.
Podría seguir con muchas más cosas, por ejemplo, cómo eran mis jueves hace unos seis o siete años: gimnasia de 9'30 a 10'15, corriendo a la Casa de la Mujer un par de horitas. Por la tarde, a las 18'00 pintura, a las 19'30 me subía en el mismo centro, a clase de Alemán hasta 21'30. Otras veces compaginaba con tai-chi, con clases de arte o de historia de Madrid.
Las cosas, si no se continúan haciendo se olvidan, y de momento sólo sigo con el kumihino, las fofuchas, la encuadernación y la repostería BBC. Ah, y con el libro, con el blog, con los viajes, con los niños...
Son muchas las veces que me pregunto si me ha compensado hacer tanta cosa. ¿He aprovechado el tiempo o lo he perdido? ¿He disfrutado de mi tiempo libre o he ido todo el día corriendo para poder hacer más actividades? Empiezo a pensar que lo segundo. La pregunta siempre era la misma: ¿Cómo te da tiempo a hacer tanta cosa? Y ahora, con la perspectiva de los años, la respuesta la tengo clarísima: corriendo, corriendo y corriendo. Quitándome un tiempo precioso que podría haberlo aprovechado para leer más, no ir tan estresada, o simplemente para tocarme un poco más la barriga. No compensa y lo tengo clarísimo.
Si de las cosas que he hecho durante más de la mitad de mi vida, no me acuerdo ¿De qué me ha servido hacerlas?
Creo que voy a ir en busca del tiempo perdido, pero sin las madalenas, que estoy a dieta