4 de noviembre de 2018

El Cairo (hace 34 años)


Arreglando los miles de diapositivas que tenemos guardadas, me he encontrado con las del viaje que hicimos a Egipto en 1984. ¡Casi nada! Pero fue tan bonito y tengo tan buenos recuerdos y tantas anécdotas, que tenía que traerlo al blog.
Estábamos en Argel entonces y surgió la oportunidad de visitar El Cairo. No nos lo pensamos dos veces y dejando a las niñas con la abuela, nos embarcamos en lo que resultó casi una aventura. Tres compañeros de trabajo, uno de ellos muy especial y que ya no está con nosotros, Antonio y yo.
Nos alojamos en el Hotel Crillon, en la parte oeste de la ciudad.

Cuando cogimos nuestro primer taxi, ya comprendimos que estábamos en una ciudad con un tráfico caótico, en el que se mezclaban los carros de burros y los coches de alta gama. El los días posteriores nos peleábamos por ir en el centro del coche, porque parecía que íbamos a chocar en todo momento.
Advierto que las fotos se han escaneado de unas diapositivas con muchos años, mudanzas, y muchos niños que las han sobado sin piedad.


La Torre de El Cairo, en forma de flor de loto y con una cafetería en su planta superior. No lo dudamos y subimos. 


Vamos para arriba. ¿Habrá cerveza?


¡La había! Y además en botellas de tres cuartos de litro el botellín. A Javier le supo a gloria.


Cargada con mi súper ocho empecé a filmar. Pesaba muchísimo y aún la conservo.


Puente Qasr Al Nil, que tiene unos leones


Como este al principio y al final.


La Torre de El Cairo se encuentra en una isla en medio del Nilo


Unas vistas fantásticas


¡Madre mía, qué altura! Imagino que esos pinchos serían para evitar suicidios, pero se cabía perfectamente por entre las barras. No quiero dar ideas. ¡Uffff!


Junto al edificio redondo, se construyó luego la Ópera house de El Cairo.


Ya no recuerdo en qué orden hicimos las excursiones, pero me apetece pasear un poco entre las pirámides. Nos fuimos a Giza e hicimos lo que hacen todos los guiris, o más...Jajajaj...


A mi Antonio no se le ocurrió otra cosa que contratar un paseo en camello.


¡Antonio, que este tío me dice que le dé la cámara! Que nos ha costado un pastón.


Mi Antonio tiene un pase, pero yo tengo una pinta criminal. Jajajajajaja. Parece que me hayan tirado desde un avión directamente sobre el camello.


Y en un arrebato de dignidad me quité el trapo que me habían puesto en la cabeza. Mi Antonio se debió de equivocar y trataba al camello como si fuera un pura sangre. ¡Qué estilo! ¡Arreee!


Es todo enorme aunque en la foto no lo parezca.


Foto de rigor ante las pirámides. Falta mi Antonio, que era el fotógrafo.


Entramos a la pirámide de Keops, que es la que estaba abierta, y nos extrañó la ubicación de la entrada. Por lo visto hay varias falsas, por seguridad.


Pirámide de Keops


La esfinge tiene 20 metros de alto, 19 de ancho y 73 de largo. No se sabe con certeza cómo perdió la nariz. Se puede apreciar mejor su tamaño comparándola con los obreros que están trabajando a su lado.


Va siendo hora de marcharnos, pero antes pasaremos por el Museo del Papiro a comprar en la tienda algunos recuerdos.


Nos explicaron como se hacían los papiros a partir de la planta y compramos unos cuantos para las amistades. Quedamos en volver al otro día a recoger...


¡Mi nombre! Aquí, por lo visto pone CARMEN y no seré yo quien lo niegue. Ahora nos vamos al mercado.


Una entrada al Mercado Khan El Khalili, yo creo que comparable al de Estambul en cuanto a tamaño.
Una verdadera locura.


Rapidito cargué con algo. Era muy difícil no comprar.


Había cafeterías.


Todo el cobre del mundo.


Mi Antonio me pedía prudencia.


Muñecos parecidos a los que se encontraban en las tumbas de los niños.


La llave de la vida


Hicimos la típica compra de los guiris, que al fin y al cabo es lo que éramos. Nos trajimos también un montón de escarabajos.




Hay diapositivas muy deterioradas, pero no me importa. Al fondo se ve el minarete de la Mezquita de Hussein, que está al lado.


Hasta una shisha me fumé. Y sin pudor. Por la noche fuimos a conocer El Cairo la nuit y nos llevó el taxista por una calle repleta de comercios y salas de espectáculos.


Los derviches no podían faltar.


Estas mujeres salían con candelabros en la cabeza. Parece ser que es algo así como la luz que ilumina el espíritu. Eso dicen.


Estas señoras salían sujetando sillas con la boca. Aparte de que debe tener buena dentadura, no sé más.



La danza del vientre iluminó el espíritu y el cuerpo de muchos.


La orquesta. Me da que el de la flauta lleva collarín.


Y esta fue la que encandiló al personal. No sé por qué.


Otro día fuimos al Museo Egipcio. Aquí en la puerta, y que conste que hago un acto de humildad enorme al poner esta foto, porque estoy tremenda, pero no tengo otra. Documento puro y duro. En el museo no nos dejaron hacer ni una foto, así que voy a poner algunas de internet.



Máscara mortuoria de Tutankamon. Uno cuantos kilos de oro.


Tumba de Tutankamon


Carro de Tutankamon


Vasos canopos de Tutankamon, y el dios Anubis.


Exterior del museo


Abandonamos el museo y  ahora nos adentramos en algo que me impactó.


La Ciudad de los Muertos. Un cementerio enorme que se encuentra habitado por familias que viven en los mausoleos y que hacen su vida entre las tumbas. Cuando hay un muerto donde ellos viven, se salen y luego vuelven a entrar. Hay mercado, tiendas, distintos oficios... Y para los niños no es ningún problema jugar entre las tumbas, que lo mismo sirven de mesas que de camas. Importante decir que las siguientes imágenes las he sacado de la página El Bestiario.


La barbería


Es impresionante


Los niños jugando. Nos pareció que en El Cairo no hay clase media. O se es muy rico o se es muy pobre. Y otra cosa también impactante, es que los pobres viven también en las azoteas de los edificios aunque sean muy elegantes.


Los quehaceres diarios. Este cementerio tan particular se encuentra al lado de La Ciudadela.


La Ciudadela de Saladin fue residencia real, pero hoy es solo mezquita. La Mezquita de Mohamed Ali, llamada también la de alabastro. Es el edificio más visitado de la ciudad, cuyas cúpulas recuerdan a las de Estambul.


Los coches conviven con los carros.



Una foto muy curiosa. Hacía tanto calor, que se derretía el asfalto.


Junto al mercado, con la Mezquita de Hussein al fondo.


Cenamos en un sitio muy original. Vimos muchos coches aparcados y nos pusimos en tercera fila. Bueno, pues resulta que te traían la cena al coche. Tres filas de coches cenando en plena calle, con un atasco de narices. Dejamos el taxi con mucho olor a especias y pepinillos, pero al taxista no le importaba. La cena fue divertidísima.
Y hasta aquí nuestro viaje. Nos pasaron cosas que pusieron a prueba nuestro ingenio y de las que logramos salir airosos, pero que se quedan para nosotros. ¿Verdad, Javier?