Y amaneció nuestro segundo día en París.
Al abrir la ventana, buenos días a los de enfrente, una buena ducha y con las pilas cargadas por lo bien que habíamos dormido. Las camas eran estupendas, cosa que agradecimos.
Se quedó en desayunar a las ocho, y allí estuvimos dando buena cuenta de una bollería recién hecha que no tenía ningún pero. Tostadas, mermelada, zumo..............había que preparar el cuerpo para la jornada que se nos avecinaba.
Lo que tocaba hacer era un tour en autobús, bajando en los principales sitios, por la mañana. Por la tarde nos pateamos bastante la ciudad.
A las nueve nos dirigimos hacia la Plaza Vosgos, donde nos hicieron la primera foto a la dos Canales juntas. Por vivir tan lejos la una de la otra, son pocas las ocasiones que tenemos de fotografiarnos así. Como ya no tenemos abuelas, pues diré sin rubor ninguno, que estamos muy guapas, y se nos notaba lo bien que lo estábamos pasando.
Vista aérea de la plaza.
Bueno, pues esta plaza es la más antigua de París y fue el primer ejemplo de programa de ordenamiento urbano en Europa. En el centro, hay una estatua ecuestre de Luis XIII.
Después de la sesión fotográfica volvimos al autobús y pasamos por la Plaza de la República.
Y llegamos a Notre Dame, que se encuentra en la isla que forman los dos brazos del Sena, en pleno centro de la ciudad.
Este es el panorama que se divisa desde la torre. En la foto, una de las gárgolas, que le dan un aspecto tremendamente misterioso a esta Iglesia.
El interior es espectacular.
Y a la salida, nos encontramos con este friso, en el que San Denis lleva en la mano su cabeza. Cuenta la leyenda que después de ser decapitado, se levantó, cogió la cabeza y anduvo unos kilómetros con ella hasta donde se encuentra ahora la Basílica que lleva su nombre.
Aquí tenemos el Arco del Triunfo mandado construir por Napoleón Bonaparte, en el centro de la Plaza de la Estrella.
Y henos aquí, delante de la llama al soldado desconocido. De izquierda a derecha: Conchiloli, mi hermana Mari, Rosario y Lolita. Yo estoy delante.
Después nos fuimos a comer al restaurante Le Panorama, en la calle Gerando, cerca de Pigalle. La comida no era ni muy buena ni muy mala, pero claro, imagino que se atendrían al presupuesto que les dieran para el grupo. La verdad es que algún día hubo problemas por la escasez y la falta de calidad de los platos.
Y nos apearon por la Plaza de la Ópera para patear un poco la zona, lo cual agradecimos, porque estábamos ya de autobús un poquitín hartos.
Este es el edificio de La Ópera, llamado también La Ópera Garnier, por el arquitecto que la construyó. No la pudimos ver por dentro, pero algunas personas que dedicaron otra mañana a verla, nos hablaron muy bien de las preciosidades que encierra. Se me queda pendiente para una nueva visita.
Y aquí yo, diciéndole a mi hermana que corriera para hacerme la foto, que la gente ya iba unos metros por delante y nos perdíamos. ¡Qué estrés, por Dios!
El hotel Ritz está donde se ven los toldillos blancos.
Y fuimos bajando hasta la Rue Rivoli, y allí, mi hemana y yo nos despistamos para llegar pronto a la Plaza de la Concordia y al Jardín de las Tullerías, porque el día anterior, en nuestro paseo maratoniano hacia el Louvre, habíamos visto sillones alrededor de los lagos y nos apetecía mucho sentarnos. Rue Rivoli.
¡Uf! Pudimos coger dos sillones y sentarnos plácidamente a descansar y a hablar de nuestras cosas.
Quedamos a las siete en el autobús, y nos fuimos a cenar al Panorama. Después nos llevaronhasta el puente de L'alma, al embarcadero de los Bateaux-mouches.
Fue una experiencia maravillosa admirar desde el río los bellísimos edificios parisinos, con su acertadísima iluminación, así como comprobar que el Sena es la vida de la ciudad de París. Sus orillas estaban llenas de gente de procedencia diversa, que disfrutaban tanto en una boda como de una verbenas o de reuniones parecidas a los botellones de aquí, pero bastante más fino.
El barco, a su paso por la Samaritaine, que fue un gran centro comercial, actualmente cerrado.
La Conserjería. Primero fue palacio real y luego prisión. Aquí vivía también el Conserje, que vigilaba a los prisioneros. Durante la Revolución Francesa, estuvo considerada la antesala de la muerte, y de hecho, Mª Antonieta estuvo presa aquí. Se encuentra en la Isla de la Ciudad.





