Hasta la vista, París, porque volveré a pasear en las noches por las orillas del Sena, y a recrearme viendo las maravillas que hay en sus museos. Sé que volveré.
Nunca imaginé que fuese una ciudad tan preciosísima, tan acogedora y tan fácil de recorrer.
Me han sabido a poco los días que he estado allí, aunque esté rendida de tanto correr de un lado a otro para que me diera tiempo a ver las cosas que quería, pero inevitablemente los días todavía no estiran y me han quedado algunas cosas por descubrir y otras por visitar más detenidamente de lo que lo he hecho.
Algunos sitios han sobrepasado mis espectativas, y sin embargo otros me han decepcionado, como por ejemplo Versalles. ¡Lástima de mañana que perdí cuando el Palacio Real de Madrid es bastante más bonito! Sólo el Salón de los Espejos mereció la pena, pero si tuviera que elegir, me quedaría sin dudarlo con la Sala Gasparini del palacio madrileño.
Me entusiasmó Montmartre con su bullicio y su gente bohemia, y ahí sentí de verdad que me encontraba en París, casi más que al lado de la Torre Eiffel.
El tiempo se ha portado bien y hemos tenido sol y calor todos los días.
Cuando vuelva del crucero, que me marcho el sábado, iré poniendo fotos y comentando los sitios y las anécdotas.
La foto está hecha debajo de la torre, con Trocadero al fondo. Es malísima, pero tuve problemas con la cámara y como a partir de aquí las hice con la de video, que no lleva tarjeta, no tengo tiempo ahora de pasarlas al ordenador. Cuando vuelva las pasaré todas, aunque se nota que no las hizo mi Antonio.
Ahora necesito preparar el viaje, que ando con el tiempo muy justo, pero cuando regrese tendré muchísimas cosas que contaros.
Hasta dentro de unos días.