25 de abril de 2011

¿RENFE ON LINE? NO, GRACIAS


Hoy estoy que me subo por las paredes. Vivimos en una sociedad que es de lo más perversa, y nos pasamos el tiempo guardándonos de las faenas que pueda hacernos el prójimo, que aún así nos las hace, como hemos sufrido en nuestras carnes estos días.
Ya sabéis que estoy por Torrevieja (mañana volveremos a Madrid), y por las mañanas mi marido se va siempre a dar una vuelta y se sienta por ahí a leer el periódico, mientras yo me quedo durmiendo hasta que me apetece, que para eso ando de vacaciones. Pues bien, se ve que se le cayó del bolsillo del pantalón el móvil cuando estuvo sentado, y por más que lo buscó en la Torre del Moro que fue donde lo perdió, no hubo nada que hacer. Un móvil bueno, que al tonto que lo robara no le sirvió de nada, ya que tenía la batería descargada y se bloquea. Cuando te roban el teléfono, aparte de la rabia y la impotencia, hay que tener en cuenta el follón que se organiza al perder todos los números y la posible información que pudiera haber dentro. ¡HIJOS DE SU MADRE!
Bueno, pues se compró otro y copió algunos de los que yo tenía, pero otros me temo que los ha perdido de forma irremediable.
¿Casualidad? ¿Coña marinera? Llamadlo como queráis, pero a los dos días, siguiendo la misma costumbre del paseito matinal, se encontró él uno en el mismo sitio donde le habían quitado el suyo, y tuvo la reacción normal: intentar llamar a uno de los teléfonos de la agenda para tranquilizarle y decirle que lo teníamos nosotros. Como no tenía saldo, hicimos tres llamadas desde mi propio teléfono, hasta quedar con el chaval, y mi marido se lo llevó personalmente.
Ya empiezo a dudar de si ésto es lo normal, o es que la gente honrada que quedamos somos una especie a extinguir.
Y ahora viene lo mejor: ayer estuve en el Club Náutico tomándome el aperitivo con unos amigos y decidimos ir luego a otro sitio a comer. Cuando estábamos comiendo me di cuenta de que me faltaba el móvil, y enseguida volvimos a preguntar si lo había devuelto alguien. ¡SE LO TRAGÓ LA TIERRA! Me lo había dejado en la mesa y no estaba ni se esperaba al que lo cogió.
Como el mío iba con la batería a tope, llamé a la compañía y anularon la tarjeta, pero ya le habría dado tiempo de sobra a ver los mensajes. Repasé mentalmente los pocos que tenía, puesto que hacía unos días los había eliminado, pero recordé que me habían mandado de Renfe por SMS la clave para recoger unos billetes de AVE ida y vuelta a Barcelona. Llamé a Renfe, y se descuelga la señorita que me atendió, con que si voy al tren y veo a alguien en mi asiento, ya sabré quién me robó el teléfono. ¡Qué gracioso el comentario! ¡Y qué estupidez más supina! Le sugiero cambiar el código y me contesta que es imposible, y que además, cualquiera sin identificarse, puede hacer uso de mis billetes marcando la clave. ¡Ah! ¿Pero no piden el carné de identidad? Señora, los billetes no son nominativos, y por lo tanto los puede utilizar cualquiera. ¿Entonces para qué porras me piden el nombre, la dirección, el DNI, el correo electrónico y el número de la tarjeta si ninguna de todas estas cosas sirve para que yo pueda demostrar que esos billetes son míos? Señora, ésto funciona así.
Pues nada, de ahora en adelante no volveré a comprar un billete de tren on line, habida cuenta de la inseguridad de que puede disfrutar el pobre hasta el momento de la salida.
Que no me digan a mí que con todos los datos que se dan para hacer la compra, es difícil en un caso como éste, saber a quién corresponde legalmente la reserva. Ni yo lo entiendo, ni seguramente lo entenderá nadie de los que esté leyendo esta entrada.
¿Qué ha pasado al final? Pues que he tenido que llamar a Madrid, y un familiar ha ido a toda leche a la estación, antes de que fuera el chorizo del móvil, y ha recogido mis billetes. ¡SIN NINGUNA IDENTIFICACIÓN¡
Parece mentira que sabiendo la delincuencia que hay, no se tome alguna medida para evitar que cosas así puedan pasar.
Si todo lo que se les ocurre es contestarme como lo hicieron, apañados vamos.