1 de agosto de 2011

¿Pá qué?


Este mes que he estado con mi nieto, a través de las preguntas que me hacía me daba cuenta de que ni mucho menos tenía respuesta para todo. Me pillaba más de una vez, y una de las cosas en las que me atasqué fue en la explicación de por qué existían ciertos animales.
Hay que decir que el niño en el colegio recibe clases de religión para poder entenderlo.
Como cada mañana al levantarse, le ponía una crema para que los mosquitos no se le acercaran, y siempre me preguntaba lo mismo:
_. Abuela, por qué ha creado Dios a los mosquitos?
_. Pues hijo, porque pueden servir de alimento a otros animales (yo en el fondo pensaba: ya se los podían haber ahorrado Dios y Noé, que también fueron ganas de recopilar).
_. ¿Y las avispas?
_.Pues... pues... porque se comerán otros bichitos.
_. ¿Y si Dios las ha creado para comerse otros bichos por qué nos pican a nosotros?
Lo mismo me pregunto yo pero cualquiera lo suelta. Me salía del alma decirle: ¡Por joder, hijo! pero me revestí de dulzura y le contesté:
_. Porque desobedecen a Dios y se portan mal.
_. Claro, por eso las matas. Hay que matar a los bichos que no nos gusten.
_. Tampoco es eso... lo que pasa es que algunos insectos nos molestan y por eso los matamos. (Y yo acordándome de todos los que llevo pisados en este mes).
_. Pues qué mal Dios ¿no? A lo mejor los creó porque no les conocía.
Yo pensando lo mismo que el niño, porque a ver: las avispas, las cochinillas, los mosquitos, las cucarachas, las moscas (bueno, estas están bien creadas para amenizarnos las siestas), qué porras pintan si lo único que hacen es fastidiarnos y hacernos gastar dinero en productos para exterminarlos?
_. Cariño, todos los animales tienen derecho a vivir.
_. Abuela, entonces por qué llevas las suelas llenas de bichos muertos? Siempre que ves uno lo pisas.
¡Qué razón tenía el niño! Llevo un mes que si mis suelas hablaran darían gritos de terror.
_. Calla, exagerao.
_. Abuela, no debes de matar a los animales, que cuando Dios los ha creado será por algo.
A ver cómo le explicaba yo al niño que Dios a veces también tiene su aquel, que lo de los renglones torcidos es una verdad muy grande.
_. No te preocupes, que ya no vamos a matar a más bichos.
_. Eso, solo a los leones.
Me temo que a esos no voy a poder pegarles un pisotón.