3 de mayo de 2012

El viaje a Nevsehir

Vista del aeropuerto minimalista.




Llegó el día y con más equipaje de la cuenta, "por si", nos fuimos al aeropuerto. Una vez las maletas facturadas nos dirigimos a una oficina de cambio para proveernos de liras turcas, aunque no nos habría hecho falta, ya que tanto el guía que llevábamos como el hotel, nos las cambiaban sin problemas. Además nos habría salido más ventajoso.
Como viajamos en una compañía de bajo coste (FreeBird), pensaba que no tendríamos comida, así que hice unos sandwichs y los eché al bolso de mano, que entre paraguas y otras cosas "necesarias", jajajajaja......pesaba un egg.
Aunque me habían dicho que a Turquía se podía entrar sólo con el carné de identidad, el pasaporte lo tuvimos que enseñar en varias ocasiones, por lo que si pensáis visitar este país, que no se os olvide.
Me repatea la fase del desnudo en los aeropuertos. Hasta las botas me hicieron quitar. Y encima pito por el arco. ¿Qué culpa tengo yo de que me pite el sujetador?
Por fin entramos en el avión y notamos un olorcillo a pollo asado que, dada la hora, hizo que los jugos gástricos se pusieran en marcha.
Nos acomodamos (es un decir, porque el sitio era estrechísimo. Justo el sitio de un fémur corto. La rótula ya tenía que acoplarse donde pudiera) y empezaron a salir pantallitas para ilustrarnos sobre la seguridad aérea. ¿Dónde ha quedado la imagen de la azafata, envidia de las señoras, brazos adelante, a los lados, chaleco, mascarilla...........? Aunque no se le preste mucha atención, resulta más cálida su presencia que la pantallita tan aséptica.
En un español..............difícil de reproducir, una auxiliar nos informa sobre los pormenores del vuelo, y entre otras cosas nos dice que van a darnos comida caliente. Una, como es antigua, asocia la comida caliente con el puchero, y me quedo expectante.
Despegamos sin problemas y las pantallitas se convierten en navegadores, que señalan en todo momento el lugar donde se encuentra el avión. Me distrae bastante el vuelo y puedo ver Estambul desde la ventanilla del avión. ¡Qué ilusión!
¡Qué hambre!
Salen las azafatas con el carrito y nos dan la comida: pollo asado (el olfato no nos ha mentido) con un arroz de granos gordísimos, ensalada ni fu ni fa, quesito, mantequilla y pudin de postre. Luego café chungo. Como el estómago ruge, nos lo comemos y bebemos todo, "por si". Nunca se sabe.
Después de más de cuatro horas nos avisan que vamos a aterrizar en el aeropuerto de Nevsehir.
¡Pero si no se ve ningún aeropuerto!
Aunque parezca que no, lo hay, y el avión aterriza en una carretera ancha. Menos mal que el piloto es competente, porque han faltado cincuenta metros para que la "pista" se acabara. ¡Uf!
¿Y ahora a dónde vamos? ¿Al campo? Ah, no, que se abre para poder dar la vuelta por la misma pista. La damos y nos quedamos cerca de las instalaciones. Bajamos y hacemos la cola para acoquinar los 15 euros del visado. (Rajoy, tome usted nota de cómo recaudan en otros sitios).
Antes estaba nerviosa por si se me despistaba el representante de la agencia con la que había contratado el viaje, pero ahora sé que está chupao encontrarle. Sólo hay una sala y una puerta.
Y allí está esperándonos Sadat, que nos acompañará toda esta semana para mostrarnos un país de profundos contrastes. (Qué chula me ha quedao esta frase)
Subimos al autobús y vemos con sorpresa que sólo somos quince personas en el grupo, lo que nos augura una mejor organización en las excursiones, y más comodidad en los desplazamientos largos que se nos avecinan.
Llegamos al hotel Cristal Kaymakli, en Capadocia. Cenamos y empiezo a comprobar que la comida turca no es nada fácil de elegir en un buffet. ¿Hay algo que no pique? ¡¡¡¡NOOOOO!!!!! Sin embargo los dulces están buenísimos y me pongo morada. Mi Antonio tampoco se queda atrás. Salimos a dar una vuelta, pero en vista de la marcha que tiene el pueblo, decidimos volver al hotel. Bueno, vamos a acostarnos pronto, que mañana hay que levantarse a las cuatro para disfrutar del amanecer sobre estos parajes................desde un globo.