4 de septiembre de 2012
¿Quieres cocido con pelotas?
Hace unos años, cuando yo me estaba preparando para sacarme el PER, pensé que antes del examen tenía necesidad de estar dentro de un barco y preguntar todo lo que se me antojara por si caía en las preguntas. Entonces pensé en el que Iñigo Sáinz de Baranda tenía en la presa del Atazar, y le llamé por teléfono para quedar un fin de semana. Era invierno y por allí suele hacer mucho frío, así que se me ocurrió que podía llevarme un cocido con pelotas para comer allí en el salón del Club Náutico de Cervera. Se lo dije y le pareció estupendo.
Pero... se lo pregunté en el foro de La Taberna del Puerto, y a más de uno le apeteció la idea, con lo cual se fueron sumando. Yo me decía "Bueno, solo es cuestión de echar un poco más".
Cuando ya iba la lista por unas treinta personas, alguien me dijo que si quería echarme atrás no tenía mas que decirlo, pero yo contesté que de eso nada. Que comeríamos todos cocido con pelotas. Así fue creciendo la cosa, hasta que la noche anterior me volvió a llamar Iñigo y me dijo que se le había olvidado decirme que los capataces de la presa también vendrían a comer.
.-Vale. ¿Cuántos son?
.- Carmen Pilar, son ocho.
Y entonces mi cabeza empezó a trabajar para salir airosa del trance, porque éramos cincuenta.
Dias antes había estado en Torrevieja y le encargué a un carnicero de confianza cincuenta pelotas, dos kilos de yemas, veinticinco morcillas de cebolla, una pava negra, tres pollos de corral, tres kilos de morcillo, manitas y huesos.
Por la noche dejé preparadas en bolsas las cuatro mezclas para las ollas, y a las seis de la mañana las puse en marcha, con las patatas, batatas, garbanzos y apio.
A las nueve ya estábamos en la Plaza de Castilla con las cuatro ollas en el maletero, y nos fuimos camino del Atazar.
En el club había una gran chimenea central con ascuas donde calentamos la comida.
Maria José, Altair, Leopoldo y yo, algo cansados, pero encantados.