Durante los siglos XVIII y XIX Portugal era el mayor productor de huevos de Europa. Las claras se exportaban para clarificar el vino y se llevaban en los barcos portugueses para que no se estropeara.
También se utilizaban para almidonar los hábitos de las monjas y las ropas de ricos tejidos que utilizaba la nobleza. Las yemas se tiraban o se las daban a los animales.
Cuando a través de las colonias el azúcar llegó a Portugal, encontraron un filón, pues al mezclarla con las yemas, el resultado fue muy satisfactorio.
En el siglo XIX, con la extinción de las órdenes religiosas, las monjas y monjes se vieron obligados a trabajar para procurarse el sustento y empezaron a hacer dulces para venderlos.
Y así han llegado hasta nosotros las maravillosas recetas de estos postres. Todos, con una gran cantidad de yemas.
En la primera foto, quizás los más famosos: Los pasteis de Belém.
Queijadas de Sintra
Brisa do Lis, como el quindim brasileño, pero con almendra en lugar de coco.
Pingos de tocho
Traveseiros de Sintra.
Los ovos moles, de Aveiro.
Pasteles de Tentúgal.
Pão de ló
Y el quindim, que es la brisa do lis, pero con coco en lugar de almendra.
Me ha parecido interesante y curioso hacer esta entrada.