Y es que no es la primera que me lo dice, pero lo peor es que es verdad: TODO ME VALE.
Para manualidades, para disfraces, para scrap, para postales, para encuadernación, para tapices, para pintar, para los niños, para sus madres, por si acaso, cajitas de todos los tamaños por si me hacen falta, cuerdas, servilletas, envoltorios, tarros, los alambres de los juguetes, los de las bolsas de los pollos, las gomas de los espárragos, los botecitos del tinte, los botones de las camisas antes de tirarlas, los collares viejos que me dan para desguazarlos... todo, todo, todo me vale y he acumulado en unos meses, en cajones y estanterías, lo que mi madre acumuló en toda su vida y que tanto le reproché.
Incluso un amigo de una amiga que ha quitado una tienda de telas, le ha dado para mí todos los muestrarios, porque piensa que puedo darles alguna utilidad, así que he pensado invitar a algunas foreras a merendar y que se lleven las telas para hacer patchwork. Bolsas y más bolsas de telas y puntillas.
¿Tendré el síndrome de Diógenes? Empiezo a estar preocupada y por si acaso, esta tarde me he metido a fondo en la habitación y he tirado... pues todo lo que cabe en cuatro bolsas de basura, pero al entrar en la habitación no se nota nada y sigue hasta arriba de trastos.
Me he traído de Valladolid un azulejo para ponerlo en la puerta: "No arreglen ni limpien mi habitación. A mí me gusta como está"