Está al pie de la sierra del mismo nombre y fue declarado Monumento Histórico-Artístico en el año 1975.
La industria chacinera es la más importante, y doy fe yo misma, que me comí unos embutidos que eran verdadero pecado.
Al llegar a Candelario, lo primero que sorprende son sus puertas, cortadas a la mitad, lo que ellos llaman batipuertas, con una argolla al lado y que tienen como finalidad, o tenían, apuntillar a la res, por la parte de fuera de la casa, atada ésta previamente a la argolla para que no se escapara.
También hay quien dice que esas puertas son para protegerse de la nieve, pero de una forma u otra, resultan curiosas.
Las casas tienen en su mayoría tres plantas: dos para uso normal de la familia, y la tercera para ahumar la matanza que tienen allí colgada.
Otra cosa típica de Candelario son los canalillos que hay prácticamente en todas sus calles, por los que baja en invierno una agua cristalina recogida de las nieves.
Destaca el edificio del Ayuntamiento, la Iglesia de la Asunción y el Santísimo Cristo del Refugio, e la Plaza del Humilladero, a la entrada del pueblo.
Pasamos el resto de la tarde recorriendo todos sus rincones, cenamos en un bar a base de embutidos, que son riquísimos, y nos quedamos a dormir en el Hostal Cristi.
A la mañana siguiente salimos en dirección a Yuste, pero antes quisimos desayunar y no encontramos en todo el pueblo ni un bar abierto. Por la noche había mucha marcha y todos los hoteles llenos, pero en la mañana, parece que estaban todos durmiendo, hasta los dueños de los bares.
Una calle típica de Candelario, con su canalillo.
Iglesia de la Asunción.
El Ayuntamiento.
Calles para perderse agradablemente por ellas.
Otra más.
Cada una tenía un encanto especial.
Un rincón precioso.
Santísimo Cristo del Refugio, en la Plaza del Humilladero.
Unas cabinas telefónicas muy curiosas.
Una vista desde la habitación del hostal.
En este pueblo también se va todo el tiempo de arriba para abajo.
Las clásicas batipuertas.
No está mal para hacer ejercicio.
Candelario la nuit.