Llegamos el sábado por la noche, y ayer me pasé todo el día recogiendo cosas y durmiendo, que no me siento las piernas de tan cansada que estoy.
Está justificadísimo que los que pueden, se tomen vacaciones después de viajar, porque es un estrés y una marcha que te deja molido de cintura para abajo y con la cabeza medio mareada de ver tantas cosas en tan poco tiempo.
El barco bien, aunque mejor el del año pasado; la comida bien, pero mejor la otra, aunque en general la calidad precio se merece un diez. Es la primera vez que hemos viajado con Pullmantur y no nos podemos quejar de nada, ni siquiera del todo incluído, que unas cosas por otras, estaba bastante bien. Tiene su aliciente poder coger todo lo que quieras, y no he visto a nadie pasado de rosca. Si a eso le añadimos que pagué por un camarote interior y me lo dieron exterior, el viaje me ha salido redondo.
El tiempo..............¡Qué frío, madre mía! Con razón están con esa cara de tristeza. Porque mira que son tristes y melancólicos. No me extraña nada. Si hasta el mar tiene color negro, independientemente de que haya o no sol. Me acordé mucho de mi Mediterráneo.
Hemos "visitado" Helsinki, pero sólo el puerto, porque llegamos casi a las seis y a las siete y media teníamos que estar todos a bordo. Cuando luego me pasaron la encuesta para preguntarme mi opinión sobre la excursión, me quejé de la descoordinación entre los vuelos y el barco. Fue el único día que nos quedamos con la miel en los labios, viendo la ciudad desde la cubierta.
San Petesburgo es maravilloso y la guía rusa que contratamos por internet, no se dejó nada sin enseñarnos. Nos llevaba a toda pastilla y de vez en cuando paraba para que hiciéramos fotos.
Tallin es encantador con su aspecto medieval, y no contratamos a nadie para guiarnos porque está cerca del puerto y se ve tranquilamente la ciudad. Zapato cómodo, para pisar sobre adoquines con muy mala leche en todo el pueblo.
Estocolmo ya se ve más europea, aunque es difícil de patear por la cantidad de islas que tiene. Fuimos con una guía que nos lo explicó todo de pe a pa, y en cuanto nos metimos al autobús, se debió de abrir el cielo en canal, de todo lo que cayó. Menos mal que habíamos acabado. Cinco horas antes de entrar en Estocolmo, el práctico ya se hizo cargo del barco, porque ha de pasar por muchísimas islas (tiene 30.000), y es el que sabe por dónde ha de meterse. Nos levantamos a las cuatro y media para ver amanecer, y allí estuvimos muertos de frío y de viento, pero hicimos unas fotos maravillosas.
Gdansk es quizás la ciudad que menos disfruté. Tenía ilusión por ver las casas típicas, pero es que las habíamos visto ya en Tallin y en alguna zona de Estocolmo, por lo que me resultaba bastante repetitivo. Son dos calles las que se visitan, y que están llenas de tiendas de ámbar del Báltico. Llovía tanto, que era complicadísimo hacer fotos o filmar, incluso andar, de la ventolera y el frío. Me compré un huevo de ámbar.
Al salir de Gdansk parecía que se movía el barco un poco. Si...si......un poco. Como si nos hubiéramos tomado toda la ginebra del bar íbamos. Se suspendió el espectáculo porque los bailarines no podían mantenerse en pie, y aguantamos hasta que se pasó el meneíto.
Copenhague fue la ciudad que más me gustó, y también donde más frío pasé. Cuando escriba lo concerniente a cada escala, ya explicaré el por qué. Hicimos noche y por la mañana fuimos también a patearnos la ciudad. La debimos de patear mucho, porque tenemos unas agujetas tremendas.
Ahora tengo un trabajo enorme para recopilar fotos, porque como mi Antonio dispara a todo, he de hacer una criba bastante grande.
Bien hallados y nosotros nos encontramos felices de volver a la normalidad.