Los que seguís mi blog ya conocéis mi manía de bajar al metro de las ciudades que visito, y como no podía ser menos, París tampoco se libró de verme en sus andenes. Fue un medio de transporte que utilicé mucho, ya que al estar viviendo en el centro, me venía muy bien para acercarme a algunos sitios. La línea que con más frecuencia usé fue la 1, aunque también anduve por la 7 y la 2. Parece mentira que una ciudad como París tenga semejante metro de cochambroso, de sucio y de viejo. Valía más no acercarse a las paredes por si se iba uno con algo que no había traído. ¡Vaya porquería de metro! Muy bien señalizado, muy práctico, muy usado, ya que íbamos como sardinas en lata... pero marrano, marrano, marrano. (Se pueden añadir todos los marranos que se quiera). Los azulejos de las paredes, donde los había, eran de esos blancos de las letrinas antiguas, pero con sus chorretes correspondientes. Yo me acordaba del metro de Madrid y me parecía Versalles comparado con eso. Para ir al Sacre Coeur cogimos la 7 hasta Stalingrado, y allí la 2 hasta Anvers. Se supone que es una estación con muchísimo tráfico de gente porque es la salida ya hacia la cuesta de la basílica. Pues bueno, por no tener no tenía ni suelo. Era de cemento, con sus salientes de piedrecitas y todo. Yo me quedé flipada. París tiene mucho glamour por fuera, pero bajo tierra es una verdadera merde. Si no tienen dinero, yo creo que lo mejor sería poner en los andenes cepillos, como en las iglesias, y que la gente echara la voluntad para que por lo menos le quitaran la roña y los chorretes.