Mira que me gusta a mí toda esa parafernalia de las bodas reales, y sin embargo me la perdí el viernes. Cuando me acordé era ya la una de la tarde y se había pasado casi todo. Cuando digo casi todo, me refiero a la transmisión de la tele, que ellos imagino que seguirían con el "jolgorio" de los canapés.
2 de mayo de 2011
Crónica de una boda anunciada
Primero leí que iban a comer rosbif con puré de patata, y ahora resulta que son 15 canapés por persona. Todo porque las cocinas de palacio no son grandes, pero digo yo, que para qué están los caterings? Aunque la verdad es que para comerse un puré de patata no me habría arreglado yo de taconazo ni me habría puesto un centro de mesa en la cabeza. Porque hay que ver como me he quedado al ojear detenidamente la revista que me ha dejado una amiga, en la que vienen todas las señoras (en las bodas los señores no me interesan), retratadísimas.
Empezando por la novia, que iba monísima, pero me recordaba a Grace Kelly. Todos los gestos muy ensayados y muy fina ella, aunque el saludo lo tiene que mejorar: Katte, hay que despegar el codo del cuerpo y saludar con la mano a la altura del rostro, suavemente, no como si fuera un limpiaparabrisas.
¿Y la hermana? Ay qué mona iba la Pipa con todas las criaturas, que algunas eran muy ricas, pero otras parecían compañeras de la niña del exorcista.
Cuando vi las fotos de la abadía creí haberme equivocado de hoja, porque parecía la alameda de mi pueblo, con los árboles a los lados. ¡Qué cosa más fea! Si quería naturaleza, pues que no se hubiera casado en una Iglesia y que hubiera montado la ceremonia en el campo, digo yo.
Dicen que habían ensayado mucho, pero seguro que el anillo de verdad no lo llevaron al ensayo porque a todas luces le faltaba una talla. El pobre novio empujaba y empujaba, y le costó lo suyo meterlo.
Cómo he disfrutado con las fotos de las realeza. Tan bien peinadas ellas, tan monas unas y tan horribles otras. Y la pobre Camila, que me da lástima, porque se ponga lo que se ponga parece siempre que lleva una batica de estar por casa. Y encima la cámara no le quiere nada, que sale feísima en todas las fotos.
Había dos hermanas... dos hermanas... que su madre no debió dejarlas salir esa mañana de su casa con semejante pinta: las hijas de Sara Ferguson, igual de horteras que su madre, pero aún más: una de rosa con algo parecido a un ladrillo de una celosía puesto en la frente, y la otra de azul, que se puso lo que le sobró en Hallowen. Muy finas las dos.
La madre de la novia iba estupenda y con un estilazo enorme, y la pusieron con mala leche en la misma carroza de Camila para que se notara más la diferencia.
Mari Chantal Miller, la nuera de Ana María de Grecia (se nota que me lo he leído todo bien ¿eh?) iba pasable, pero no se ha enterado todavía para qué sirven los sombreros y que más o menos ladeados, algo de la cabeza deberán de cubrir, porque si no ¿para qué se los ponen? Lo llevaba totalmente en vertical en un lado, que le tapaba la cara, y por el otro sólo se le veía el pelo. Algo así como un cortavientos lateral. Ahora que lo pienso, a lo mejor es que tiene el mismo problema que yo, que cuando se pone un sombrero se le chafa mucho el pelo.
¿Y a Victoria de Suecia quién le aconsejó disfrazarse de salmón noruego? Sombrero, vestido, zapatos, bolso... todo salmón, y encima iba tan apretada que parecía un rollito de los que yo preparo rellenos en Navidad.
La reina Sofía, perfecta, como casi siempre, pero Letizia mejorable. Si parecía sacada de una película de los años veinte. Sosa y antigua a no poder más, por muy de la India que fuera el bordado. El sombrerito mono, pero tan guapa que fue en la noche anterior, en la boda no estuvo nada acertada. Mi abuela tenía una foto con un traje muy parecido.
Como estamos en crisis, alguna yo creo que se compró el vestido en Ebay. Me refiero a la reina de Dinamarca, aunque cómoda iría, porque le quedaba bien suelto. Por Dios, qué poco glamour.
De Ana de Inglaterra mejor me abstengo, que luego me sube la tensión.
Sin duda la más guapa de todas, Tara Parker... no sé qué, una ex modelo vestida de azul, sin camisita ni canesú. Con un vestido espectacular, calzado como un guante en un cuerpazo de infarto. Hasta se le podía perdonar el cayuco que se puso en la cabeza.
Sonia de Noruega llevaba un collar de perlas, que con una vuelta más, habría podido semejarse al que utilizan las mujeres-jirafa. Como ya está mayor diría: me enfundo el cuello y no se me ven las arrugas. Pues mirándolo bien, también es respetable.
Y el de Suazilandia (confieso que no tengo ni idea de por dónde para eso), menos mal que fue con una de las mujeres, porque si se lleva a las catorce le podía haber dado a la abuela del novio un yuyu por tener que poner trece cubiertos más.
Había mucha más gente, pero ya termino con la reina Isabel, tan comodica con su traje amarillo pollo incubadora y otro de sus sombreros tan favorecedores todos ellos. Eso sí, llevaba un broche, que deslumbraba.
La tarta era de muchos pisos y hecha de fondant, que se ve en las fotos. Claro, así es fácil conseguir una decoración bonita.
Nuestros representantes volvieron a España bien prontito, imagino que para merendar algo, porque de pie y con quince canapés no aguanta el cuerpo.
Bueno, pues gracias a mi amiga Carmen, me he puesto al día por completo de la boda real, aunque me la perdiera por la televisión. Me he empapado bien de la realeza inglesa, y ya distingo sin peros una tiara Cartier de una Poltimore, o una Spencer de una Hannover.
Si alguien se ha perdido el evento, aquí tiene la crónica. Hasta la próxima boda.