26 de mayo de 2019

Miami. Everglades


Por la mañana pusimos ruta a Homestead para entrar por esta zona. Es un parque protegido con una fauna y flora muy peculiar, una reserva del planeta que hay que conservar.
Con el fin de aprovechar bien el día, pensamos bajar luego a comer a los cayos, pero vayamos por partes.


Fuimos hacia el sur y al pasar Florida City, ya vimos el indicador del parque.


A mitad de camino paramos en Robert is Here, una tienda de frutas tropicales donde hacen unos batidos espectaculares.



La persona de la barba es Robert, el alma de la tienda.



Árbol de guanabanas




Distancia a diversos lugares





Robert en plena faena


Cuál de todos, más rico


Aquí eliges lo que quieras, te dan un número y te llaman. Mi Antonio saboreando un batido


Seguimos por la carretera y ya nos encontramos con el cartel de la entrada al parque.


En esta caseta tuvimos que pagar 25 euros por el coche. Es válido para una semana.


Nos dirigimos primero al Centro de Visitantes Ernest F. Coe para recoger información.


Entrada al centro


Antes de entrar, nos encontramos con esta placa dedicada a Ernest F. Coe, quien luchó mucho a lo largo de su vida para preservar esta zona.



Interior


Como desde aquí se puede llegar hasta Flamingo, hay un cartel muy curioso con el nivel de mosquitos.



La pantera de Florida, cuyas señales están por todas partes, pero que no vimos.


Y llegamos a Royal Palm, que era nuestro objetivo, más bien el mío, porque mis acompañantes no tenían ni idea de por dónde iban, pero se fiaban de mí.


En el aparcamiento había un cartel que prevenía de los ataques de los buitres a los coches, tanto es así que había lonas para cubrirlos, pero no vimos ninguno, así que no las usamos.


El pato que se ve es un anhinga, un ave típica de este lugar y que da nombre al camino que íbamos a recorrer. Se llaman también pájaros serpiente porque nadan sumergidos y, al dejar fuera el cuello y la cabeza, parecen serpientes.


De Royal Palm parten dos caminos. Me advirtieron que el Gumbo Limbo estaba llenito de mosquitos, así que escogimos el Anhinga Trail. A pesar de eso, nos embadurnamos bien de protector y empezamos a caminar.
Yo no quería ver a los caimanes subido en un airboat ni ver un show en la Granja de Alligators porque quería contemplarlos en su hábitat, al natural, y de paso ver las aves y la fauna de los Everglades. Actualmente, los airboats se tienen que limitar a los exteriores del parque, ya que tienen prohibida la entrada por el impacto ambiental que supone.


Empezamos a ver caimanes




Tengo que reconocer que iba con un poco de miedo porque había visto imágenes de caimanes cruzando el sendero por donde íbamos, pero como eran horas centrales del día, hacía mucho calor y salían menos a tierra.


Junto a un anhinga. La hembras tienen más plumas marrones y los machos son más negros, pero ambos con rayas en las alas. Salen con mucha frecuencia del agua para secarse.



Anhinga y un caimán en el agua


De cerca impresionan bastante


Un anhinga nadando. Despliegan la cola y las alas dentro del agua.







Anhinga pescando. Tienen un pico muy puntiagudo y atraviesan con él a los peces.
Compramos en la tienda unas cosas y nos bajamos a los cayos.


Paramos en Cayo Largo y comimos en este sitio tan agradable.






Había una tienda con cosas muy ricas




Comimos muy bien. Y cuando terminamos emprendimos el viaje de vuelta a casa.
Pero antes...



Nos tomamos una coladita en una cafetería cubana.


También hicimos una parada en esta tienda donde compramos algunos recuerdos para los amigos.
Y ya nos fuimos a casa, donde Amparo nos esperaba para ir de compras.


Estando en este centro comercial nos cayó una tromba de agua enorme, pero rápidamente pasó y volvió a salir el sol.
Fue nuestra última tarde en Miami.