Era una niña rubia, guapa, buena y hacendosa, que vivía con su mamá al pie de una montaña. De su inteligencia no se habla.
Como era tan buena, obedecía siempre a su madre, aunque no estuviera de acuerdo con ella, pero es que ser hija de madre soltera condiciona mucho en la infancia. Sí, porque de su padre no supimos nunca nada, aunque es posible que huyera por no llevarse bien con la abuela, que en este cuento tiene un papel fundamental.
La anciana le hizo una caperuza roja con lana que le habían regalado, buenísima, que ni una bola le salió en todos estos años, y eso que se la ponía todos los días. Parte de abajo no le hizo ninguna y la pobrecilla iba heladita con esa faldita tan corta que le ponían, aunque así lucía mucho el conjunto de braguitas y calcetines de perlé que le había hecho con tanto cariño para su cumpleaños.
Un buen día, cuando estaba caperucita jugando con unas cabras, la llamó la madre para que fuera a llevarle a la abuelita la merienda, porque estaba malita. Como vivía al otro lado del bosque, le advirtió que llevara cuidado porque podría salirle el lobo de entre los árboles.
Manda huevos. ¿La envía su madre por el bosque sabiendo que la podría atacar un lobo? La custodia tendrían que haberle quitado.
Y aquí tenemos a nuestra niña, candorosa y simple, cantándole a los pajaritos y a las ardillas del bosque. Cuando menos lo esperaba apareció detrás de un tronco gordo, el lobo feroz.
.-¿Dónde vas, Caperucita?
.-A casa de mi abuelita a llevarle la merienda.
.-¿Y qué le llevas en la cestita?
.-Le llevo unas torrijas y una tarta de miel.
.-¿Y vive muy lejos tu abuelita?
.-En la primera casita que hay al lado del camino.
¿A esta niña no le explicó nadie que no se deben dar datos a desconocidos? ¿Y a la madre, que “eso” no era merienda para una anciana, porque le podría subir el azúcar?
La escena tendría que haberse desarrollado así:
.-¿Dónde vas Caperucita?
.-A donde me salga de los cataplines, tonto el haba, y como me sigas te denuncio por acoso.
Pero no, y el cuento siguió su curso:
El lobo se fue corriendo y llegó a casa de la abuelita:
.-Buenasssssssssssssssssssssss
.-¿Eres tú, Caperucita?
.-Pues claro, abuela.
Y se abalanzó sobre ella comiéndosela.
Así, como suena. Con qué facilidad se comen unos a otros en este cuento. ¿Y la sangre? ¿O se la tragó entera?
Se puso el lobo el camisón y el gorro de la abuelita y se metió en la cama a esperar la llegada de la niña. Se ve que desnudó primero a la anciana para no mancharlo. Aquí se advierten rasgos de perversión en el lobo, que aunque el cuento no dice nada, lo mismo la violó antes de comérsela.
.-Toc, toc…
.-Pasa, nietecita mía querida.
Y Caperucita entró y al ver a la abuelita en la cama, pues no le extrañó tanto el cambio. Se ve que la abuela era fea, con bigote, orejas grandes y llena de arrugas, y por eso no notó la diferencia.
Le dijo todo eso de “Qué grande tienes tal y tal cosa”, y cuando llegó a la boca, pues dio un salto sobre ella y también se la comió. Al juntarse las dos en la barriga, se pusieron a dar gritos, que llamaron la atención de un leñador.
Guiado por las voces llegó hasta la casa, y desde una ventana vio al lobo sobre la cama sumido en el sopor de la comilona. Y las dos gritando. Al principio creyó que era otra cosa, pero luego se dio cuenta de lo que verdaderamente estaba pasando alli. Con un cuchillo le abrió la tripa (y el lobo durmiendo) y salieron contentísimas Caperucita y su abuelita, que se pusieron a cantar enseguida, aunque no creo yo que fuera momento de festejos, a medias de una operación.
¿Y qué decir de la digestión? Si se las había comido, del estómago pasan al intestino, y cuanto más abajo peor cariz tiene el asunto. Pero no, ellas al llegar al estómago se salieron por una ventanita y se quedaron por fuera de las tripas, enteritas, porque sí, con zapatos y todo. ¡¡¡MILAGRO!!!!
Entonces cogieron piedras y llenaron la barriga del lobo y se la cosieron (seguía durmiendo), sacándolo al camino. Cuando se despertó fue hacia el río para beber agua, y se cayo ahogándose. Pero se habría muerto igual de una infección.
Y vivieron felices en su infinita ignorancia, la abuela, la madre, la hija y el leñador, que se aprovechó de lo sucedido y quería sacar tajada de Caperucita por el favor que le había hecho. Ahora, en lugar del lobo le salía el plasta del leñador todos los días pidiéndo que se casara con él, así que no tuvo más remedio que denunciarlo por seducir a una menor, y lo metieron en la cárcel.
Ha pasado el tiempo y Caperucita reivindica:
1º.- Una casa en el pueblo para no tener que atravesar el bosque.
2º.- Una madre con dos dedos de frente.
3º.- Un padre para irse a vivir con él y dejar a su madre.
4º.- Unas clases de funcionamiento del aparato digestivo para Perrault.
5º.- Una mochila en lugar de una cesta, que es más cómodo y más moderno.
6º.- Una residencia de ancianos en el pueblo, para que la abuela no corra peligro.
7º.- Que el cuento tenga un lobo que no subestime la capacidad mental de Caperucita.
8º.- Que le cambien al leñador por un príncipe, como a sus amigas.
9º.- Hacer en el bosque un punto de reunión de protagonistas de cuentos.
10º.- Tener una muda de caperuza, porque tiene el pelo muy graso.