Hoy nos tocaba Disneyland. Reconozco que no era mi excursión favorita, pero decidí visitarlo para tener una experiencia más.
Se encuentra situado en Marne-la-Vallée, al este de París, a 32 kilómetros. Lo componen varias zonas : el Parque Disney, Disney Studios, Disney Village y los Hoteles Disney.
Obviamente, por razones de tiempo, sólo entramos en una y decidimos que fuera Parque Disney.
Éste se divide a su vez en cinco áreas: Main Street, Frontierland, Aventureland, Fantasyland y Discoveryland. Cada una de estas zonas tiene las atracciones de acuerdo a su temática.
Las había muy simples, muy sofisticadas, preciosas, de riesgo, pero seguro que hasta los más exigentes encontrarían una que les gustara.
¿Lo peor? Pues las colas. Las infinitas colas que había que guardar para algunas que duraban dos o tres minutos. Agosto en París c'es comme ça.
Para no esperar tanto, en las de más afluencia de público había instaladas unas máquinas llamadas fast pass, que te daban un ticket con la hora que te tocaba.
Nada más entrar, nos compramos mi hermana y yo unas orejas y las llevamos todo el tiempo. Ella se reía de mí y yo de ella, pero era divertidísimo estar en un sitio donde nadie te conoce, con las orejas de Mini puestas.
La entrada.
La calle principal, Main Street, como cualquier calle americana de principios del XX.
Y yo con mis orejas y el castillo de la Bella Durmiente detrás de mí.
Los piratas del Caribe nos atrajeron desde el primer momento y entramos. Hasta que llegamos a una especie de rio y nos montamos en la barca pasó mucho tiempo, el cual transcurrió entre absoluta oscuridad y una velas de chichinabo. Yo pensaba que si pasaba algo, de allí no nos sacaba ni Supermán. Muy buena la atracción, muy bien ambientada, y ............corta. O por lo menos se nos hizo a nosotras.
Entramos a ver la película en 3D de Michel Jackson "Capitán EO", y era muy emocionante verle bailar de esa forma.
Esta atracción es la que más nos gustó: "El mundo en un pañuelo". Tanto, que volvimos a guardar la cola para verla una segunda vez.
Entre unas cosas y otras, se nos hizo la hora de comer y aquí nos tomamos unos bocadillos y un pastel con unas cervezas.
En Peeter Pan teníamos fast pass y entramos a las dos y cuarto de la tarde. Se monta en un galeón pirata que lleva al país de Nunca Jamás, en la oscuridad y volando por entre las estrellas. Muy bonito, y duró unos cinco minutos.
En estos elefantes voladores nos divertimos de lo lindo. Al principio íbamos las dos con miedo a montarnos en cosas un poco rápidas por si nos mareábamos, pero vimos que no sólo estábamos bien, sino que además nos gustaba que se nos encogiera de vez en cuando el estómago.
En la Casa del Terror también entramos cuando salimos del barco Misissipi, y te iban casi avisando de muchos sustos, pero en plan sicológico. Muy bien montado y nada de gritos, aunque yo en muchas ocasiones cerraba los ojos, porque una especie de vagoneta me paraba justo delante del cementerio con una novia resucitando, que se me venía encima Muy divertido.
A todo ésto con dos sacos azules, llenos de regalos para los nietos, que nos dificultaba bastante el movernos.
En la tarde hubo un desfile, pero como había mucho sol, las fotos no han salido bien. Muchas carrozas con todos los personajes de Disney.
Pasamos un calor tremendo. Nos bebiamos la coca cola ya por litros, y luego vimos por la tarde ya anocheciendo, un espectáculo musical de los muñecos, muy bien hecho.
Nos sentamos en la acera a esperar, y de ese momento es la foto primera, que me la hice con el móvil.
Y llegó la noche y con ella el desfile principal: carrozas llenas de luces haciendo las delicias de los grandes y de los pequeños.
Otra preciosa.
Y Micky cerrando el desfile. Fueron muchas las carrozas, los bailarines, los animadores..........no había ojos para ver tanto.
Finalmente hubo un castillo de fuegos artificiales, y nos fuimos yendo poco a poco hacia nuestro autobús.
Éste es el plano de Disneyland.
Fue nuestra última noche en el hotel. La mañana siguiente sería para visitas libres, y nosotras habíamos decidido ir al D'Orsay.
A las diez habría que bajar las maletas al autobús, pero nosotras queríamos estar en el museo como mucho a las nueve de la mañana, por lo que pedimos a Mario y a Eva, los guías, que por favor lo hicieran por nosotros. Muy amablemente nos dijeron que no nos preocupáramos y que nos fuéramos tranquilas.
Y con las maletas ya preparadas, a dormir nuestra última noche en París.