19 de marzo de 2011

Escapar del peligro


Nos reunimos en una cafetería y empezamos a hablar de cosas intranscendentes. Hacía tiempo que no nos veíamos, pero anteriormente todos los jueves nos reuníamos en la Casa de la Mujer un grupo para planear actividades culturales y de entretenimiento.
Salió el tema de la inseguridad ciudadana, y claro, el miedo a que nuestros hijos volvieran tarde a casa por si les sucedía algo desagradable. Era ya el tiempo de las bandas que atemorizaron y atemorizan a muchos chavales.
De ahí pasamos a relatar cómo nos comportaríamos nosotros si fuésemos testigos de una pelea en la que se amenazara a una persona con una navaja. La conducta típicamente correcta era auxiliar al agredido aún a costa de nuestra integridad física, pero yo me desmarqué y dije que mi reacción inmediata sería huir del peligro y poner metros de por medio.
Cuando a otra señora expuso su punto de vista sobre lo que habíamos dicho las demás, se dirigió a mí y me dijo: "Sólo espero que si mi hijo, algún día sufre una situación de este tipo, no seas tú la que andes por allí". No pude replicar, porque yo pensé lo mismo. Me sentí cobarde.
Y entonces es cuando se abrió el gran debate.
La mayoría pensaban lo mismo que yo, aunque a priori no quisieron decirlo. Por supuesto que me gustaría que si a mis hijas les pasara algo, alguien las defendiera, pero vamos a ser realistas.
Tal como están las cosas hoy en día, cualquiera se mete a mediar de otra forma que no sean palabras sin que peligre su integridad física. Y muchos caso hemos visto en los que la persona que se ha metido por enmedio ha salido mal parada.
Es difícil predecir la reacción que podríamos tener en un momento así.
Por desgracia, la sociedad es cada vez más insensible y menos dada a heroicidades, y me incluyo yo la primera, pero cuando pensamos que nuestros hijos puedan verse envueltos en problemas, siempre esperamos una ayuda que cada vez se presta menos.
Aquí os dejo esta entrada para reflexionar, porque no es nada fácil posicionarse.