2 de marzo de 2011

La conducción en Argel


Si había algo que espantaba a los visitantes españoles en Argel, era tener que coger el coche, porque muchas veces la anarquía reinaba en la carreteras, y dábamos gracias por llega a nuestro destino después de la aventura que significaba conducir allí. Pero ojo, que no había muchos accidentes entre ellos. Los accidentes los teníamos nosotros, que acostumbrados a unas normas de tráfico normalitas, no teníamos los suficientes reflejos para "flexibilizarlas".
Mi primer tropiezo lo tuve al incorporarme a una autovía. Como es lógico, una va mirando hacia el sentido de donde vienen los coches para salir en cuanto haya ocasión. Y salí... y salí zumbando contra otro que venía marcha atrás. Me dijo que si estaba ciega, y por más que le reproché que viniera marcha atrás en un carril de acelerción, el buen hombre siguió diciéndome de todo.
Yo vivía en la Place d'Hydra, y aparcaba el coche en una de las calles de dirección única que confluían allí, pero cuando por las mañanas iba a llevar a mis hijas al colegio, me venía fatal dar toda la vuelta, y me solía colar por la de al lado, sin hacer la rotonda. Hice amistad con el guardia de tráfico cuyo aprecio era mutuo, además de verdad, y un día le pregunté si podía dar allí esa vuelta a lo que me contestó: "Usted puede dar la vuelta donde le dé la gana". Desde entonces, yo, al pasar por su lado, bajaba la ventanilla y el me daba un toquecito en el hombro deseándome los buenos días, asegurándose primero de que sus compañeros eran testigos de ese gesto.
Mis niñas me decían: ¿Mamá, por qué te toca siempre este señor? Y yo les contestaba que una palmadita en el hombro me libraba de dar una vuelta enorme. Era muy majo el guardia.
Otro día, íbamos por la carretera y había un atasco enorme. Esperamos hasta ver lo que ocurría, y venía un señor hablando con cada uno de los conductores, y resulta que se había pasado de travesía e iba pidiendo uno a uno a toda la hilera de coches, que éramos muchísimos, si nos podíamos hacer un poquito para atrás para que él pudiera hacer el giro. Pues bien, nadie pitaba ni a ninguno le dió por darle cuatro voces al conductor. Algo así sería impensable en España.
También nos las vimos con un camión enorme, que iba en plan kamikaze por la autovía, y al pitarle y llamarle de todo nos dijo con una sonrisa; "Pas problème". Sin inmutarse.
La gente se puede parar con el coche en la calle cuando se cruza con otro en el que vaya un conocido, y mientras no se preguntan por toda la familia, no reemprenden la marcha.
No se ponen nerviosos, viven con una tranquilidad que nosotros ni conocemos.
En cierta ocasión me pasó algo realmente desagradable: venía con los niños de la catequesis, y llevaba a una monja hasta un punto desde el cual ella ya cogía la calle para ir a su casa. Como íbamos hablando con los críos, se le pasó avisarme dónde me tenía que parar, y me tuve que tragar una raya continua en las mismas narices del guardia. Vino a amonestarme y a ponerme la multa, y cuando yo intenté explicarle lo que había pasado, me dijo que las cosas se podían solucionar si yo le daba mi número de teléfono. Le respondí que me acompañara a la comisaría, y que allí, delante del comisario, se lo daría. Naturalmente donde dije digo, digo diego, ahí se acabó el asunto.
A lo mejor ibamos por la carretera en un atasco y si pasaba un coche de policia por el arcén, detrás, se hacía otro carril de gente tras el coche para aprovechar.
O ponerse a adelantar un taxi cuatro o cinco camiones, sin importarle si venía o no alguien de frente. Pim pam, pim pam, hasta que no los adelantaba todos no se metía a su carril, y veías a los que venían, tirándose a la cuneta porque el otro no paraba.
Por último, decir que aunque éramos muchas las mujeres que conducíamos, no estábamos muy bien vistas, y se nos fastidiaba bastante. Me fui con una amiga a comprar y al salir vimos que nos habían pinchado una rueda, y unos cuantos tíos alrededor del coche esperando que les pidiéramos el favor de que nos la cambiaran, cosa que naturalmente no tuvimos necesidad de hacer, ya que sabíamos perfectamente cambiarla nosotras, y una con pantalones y la otra con una faldita vaquera, delante de los tíos, que nos miraban como si fuéramos extraterrestres, la cambiamos y les hicimos un corte de manga desde dentro del coche.
Hay que tener en cuenta que entonces, no había móviles para poder llamar a tu marido si te pasaba algo en la carretera, y que teníamos que ser bastante autónomas.
Eso sí, cuando tenías la suerte de encontrarte con el coche de policía, eran super amables. Una vez me perdí, y esperé a que pasara alguno, le hice el alto, y fueron delante de mí hasta dejarme en un lugar ya conocido.
En fin, que si os dejáis caer por Argel, no perded la paciencia porque ellos no la pierden, y estad abiertos a todas las situaciones posibles en temas de tráfico. Sobre todo, sed "flexibles".