7 de marzo de 2011
Reflexiones de una mantenida
Pertenezco a un grupo de mujeres en fase de extinción, y algunas veces me siento como de otro planeta cuando hablo con mis amigas de la casa, de los hijos, del marido, de la sociedad...de la vida en general.
Me dicen que tengo mucha suerte por ser una mantenida, porque no tengo que trabajar fuera de casa y tampoco tengo un jefe que me diga lo que tengo que hacer o levantarme todos los días pronto estando obligada a arreglarme para estar estupenda en mi puesto.
Por cierto, tengo un sueño que me caigo, porque me levanté a las seis y media para sacar al perro, que a los demás no les da tiempo, y como a las siete y media tengo que ponerle a mi marido y a mis hijas, que tengo dos, el desayuno, pues ya no me acuesto.
Cuando se marchan, entonces desayuno yo sola y me digo a mí misma que verdaderamente tengo mucha suerte por ser una mantenida, porque nadie me molesta entonces; lo que pasa es que el abuelo, que ya se quiere levantar y no sé para qué tan pronto, ya empieza a llamarme. Con la madalena en la boca le digo que se espere un poco, pero como está sordo no me hace caso y acabo dejando en la cocina para luego, el resto del desayuno.
Mis amigas no pueden disfrutar de la casa como yo, porque ahora por ejemplo, rotas de trabajar, se irán deprisa y corriendo a tomarse algo que las reanime, y sudando y corriendo, se volverán otra vez a la oficina. Las pobres no disfrutan de la vida.
¿Y qué hago yo hoy de comer? ¡Qué suerte tengo de poder elegir la comida para todos! y no como ellas, que se irán Dios sabe a qué restaurante a comer porquerías.
Voy a bajar al mercado a comprar pescado fresco, y algo de verdura para comer, porque hoy les quiero hacer una comida estupenda. A ver, no es que yo tenga que justificar que por ser mantenida mi casa tenga que relucir y mi comida a la hora en punto esté servida, pero sé que a mi marido, en el fondo le gusta así.
¡El teléfono! Justo cuando estoy tendiendo. Es otra mantenida que me llama para decirme si quedamos a tomar café.
Tengo tres turnos de comida: primero el abuelo para que no proteste, luego la pequeña y mi marido, y a las tres y media vendrá la que está en el instituto, que come más tarde, y como me descuide me dan las cinco con la cocina por enmedio y empalmo con la cena.
Tengo momentos en que envidio a mis amigas trabajadoras cuando les sirven la comida aunque no sea muy buena, y qué bien que los niños coman en el colegio. Pero si soy mantenida, cómo no van a venir a casa al mediodía? Tendría remordimientos.
Estoy cansada y ni ganas de ir a tomar café tengo. Sólo me apetece sentarme un rato en el sofá a echar un sueñecito... si me dejaran.
Como mi madre también era una mantenida, me enseñó las cosas propias de tal estado, y aprendí a coser, a hacer punto, a guisar, a planchar... o sea a llevar una casa como Dios manda, pero al cabo de los años no sé si fue o no buena idea, porque digo yo: las que no saben coser, o hacer punto, o guisar, siguen viviendo como yo, pero calentándose menos la cabeza porque como no saben, nadie les exige. ¿Pero qué digo? ¡Pobrecillas! Con la envidia que me tienen por saber hacer tantas cosas.
Hoy tengo que sacar tiempo como sea para tomarles las lecciones a Marina, que la tengo un poco abandonada y no sé cómo va en el cole. El otro día me comentó que a su amigo Quique, su mamá le ha apuntado a judo para que salga una hora más tarde del colegio, porque como vuelve cansada del trabajo, así en cuanto llegue a casa le baña, le da la cena y lo acuesta, para tener ella un poco de tiempo libre con su marido.
Las mantenidas no tenemos ese problema porque estamos con toda la familia a todas horas y eso al final se nota en la educación de los hijos, o al menos eso dicen, aunque yo empiezo a plantearme cosas, porque la cena del abuelo, de las niñas, de mi marido... la verdad es que es un lío, porque les gusta de cuchara y a veces no tengo ganas, aunque me llevo las manos a la cabeza cuando oigo lo que ponen mis amigas por la noche en la mesa: ensalada, yogures, jamón de york... Cómo se nota que no están en su casa en todo el día y que no les da tiempo a guisar.
En fin, que ser una mantenida es un estado de privilegio dentro de la sociedad actual, pero es que entonces no me cuadra que cada vez seamos menos y que las mujeres estén como locas por trabajar fuera de casa aunque no les haga falta o aunque gasten lo que ellas ganan en una persona que les haga las tareas. Dicen que en la casa no se realizan... no lo entiendo
Mañana es el ocho de marzo, día de la mujer. Mientras volvía en el autobús de recoger del médico las recetas del abuelo, una señora me ha dicho con mucho retintín, que era el día de la mujer TRABAJADORA y sabéis lo que le he contestado?
¡¡¡¡¡¡¡¡¡LA HE MANDADO A LA MIERDA!!!!!!!!