26 de noviembre de 2010

San Petersburgo


Ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, por la UNESCO.
Es la capital imperial de Rusia, única por su aspecto y su historia. A pesar de ser la segunda en importancia, es la primera en cuanto a atractivo turístico.
Se la llama también "la Venecia del norte" y fue fundada por Pedro I el Grande, como puerta a Europa por el Báltico, aprovechando así todas las ventajas que esta situación le proporcionaba.
En verano, la ciudad es digna de ser visitada para poder contemplar sus noches blancas. Es romántica e inolvidable.
Se encuentra al lado del Golfo de Finlandia, a las orillas del rio Neva, que es la gran arteria de esta capital europea.
Es un pueto fluvial y marítimo.
La ciudad es reconocida como uno de los centros principales de la vida política, cultural y científica de Rusia.
Pedro I reinó junto a Catalina I y lograron que San Petersburgo fuera la envidia de Europa. Su hija, Isabel Petrovna, llamada "la alegre" dedicó su vida a fiestas y otras diversiones. Cuando murió, subió un sobrino suyo educado e Alemania, Pedro III, al que casaron con la futura Catalina II la Grande. El tal Pedro germanizó bastante la ciudad al igual que hicieran otros antepasados suyos. Al morir, quedó en trono Catalina, quien continuó la obra de Pedro I, dando a la ciudad los aires de la Ilustración.
Tras ella, Nicolás I, Alejandro II y por último, el zar Nicolás II, junto a su mujer Alejandra Federovna, disfrutaron de los lujos y los placeres de la vida palaciega.
Cuando en 1914 empezó la 1ª Guerra Mundial, el pueblo empezó a destruir todas las empresas alemanas, y se cambió el nombre de la ciudad que "sonaba" a alemán, por Petrogrado, de sonido más eslavo.
En 1917, Nicolás II abdicó, pero en 1918 fue fusilado junto a su familia, sirvientes y médico, por los bolcheviques. Fueron hechos santos por la Iglesia rusa.
El gobierno bolchevique lo encabezaba Lenin, quien con su oratoria convenció a los ciudadanos de que él les llevaría la paz y el bienestar.
La señal para el ataque de la antigua residencia de los zares, se dio desde el buque Aurora, mediante un disparo sin carga.
La capital de Rusia fue trasladada a Moscú, lo que perjudicó gravemente a San Petersburgo, que pasó a llamarse tras la muerte de Lenin, Leningrado.
En 1911, las tropas de Hitler bloquearon la entrada a la ciudad, que pasó sus peores 900 días: a veces morían de hambre en un sólo día, 30.000 personas. Cuando se acabaron los animales y las cosechas, se hacía la comida con los cinturones y con las botas viejas, y se rasgaba el engrudo de los papeles pintados. Incluso se comía la turba.
Pero la ciudad sobrevivió a asedio.
La Perestroika de Gorbachov, le devolvió su nombre histórico.

Y ahora vamos a nuestro viaje.
Llegamos sobre las nueve de la mañana.
Como lo de los visados era algo complicado, decidimos contratar la excursión con una agencia rusa, en este caso Shorex, y ellos se ocuparon en todo momento de que nuestra estancia en su país fuese agradable y sin problemas, como así sucedió.
Por la mañana, salimos del barco con la carta de migración, el pasaporte en regla, fotocopia, y la carta que nos envió la agencia rusa, que era algo así como un visado colectivo. Pasamos por una especie de cabinas, donde unas señoritas nos miraban con caras de pocos amigos y nos pedían los documentos. Si les sonreías, malo. Si no les sonreías...........peor. ¡Dios Santo! !Qué caras de perro que tenían todas! Si sólo les faltaba darnos con los papeles en los morros. Qué encantadoras.
Bueno, pues al salir, ya estaba Catalina, de la agencia, esperándonos. Tuvimos dos guías: Catalina, como ya he dicho, y María. Muy amables y muy profesionales.
Y nos fuimos toda la mañana al Ermitage, y luego a comer a un restaurante típico ruso (entraba la comida en el precio que habíamos pagado). Por la tarde, visita a la Iglesia de la Sangre Derramada, la Calle Nevsky y la Fortaleza de Pedro y Pablo. Paseo por el rio Neva (qué frío) y al otro día, palacio de Catalina y Peterhof.

Amaneció gris, y se mantuvo así todo el tiempo con alguna que otra llovizna. Y un frio........

Los barcos atracan en el río Neva, que me pareció grandísimo. Al fondo, se ve la Iglesia de San Isaac, con sus cúpulas doradas.

Y aquí la tenemos, en la plaza que lleva su nombre. Era imposible sacarla sin señales de tráfico, y para más dificultad, desde el autobús.

Llegamos hasta la Plaza del Palacio, donde está El Ermitage y el edificio del Estado Mayor, en semicírculo.
En el centro está la columna de Alejandro. Las facciones del ángel son las de Alejandro I.

Fachada del Ermitage, uno de los museos más grandes y hermosos del mundo, con casi tres millones de obras de arte. Está situado en lo que fue el Palacio de Invierno de Catalina II. Ya aquí empezamos a ver la ostentación de lujo y poder de la que hacían gala los zares.

Había una exposición de Picasso, y aproveché para fotografiar "Los fusilamientos del tres de mayo".

El salón del trono. Enmedio se ve a nuestra guía, y está explicándonos, por qué hay tantas bodas ahora. No se ve, pero tras el hombre alto hay una pareja de novios haciéndose fotos. Parece ser que como a todas las novias del mundo, les gusta lucir los vestidos, y que eso sólo es posible durante el verano, ya que luego hace demasiado frío. Y según la guía...................."estos días se casan como locos"......................Ya estábamos en septiembre y doy fe del fresquete que hacía.

Una sala del Pequeño Ermitage, donde se puede observar influencia árabe en las fuentes de las paredes y en los dibujos de paredes y techos y se ve en una vitrina el original reloj.

El reloj, con más detalle. La esfera está debajo de la seta. Al dar cuerda al mecanismo, suena la música y las campanillas, el pavo se da la vuelta y extiende la cola en abanico, el gallo canta, y la lechuza parpadea.
Una cosa que hay que tener en cuenta, es que todo lo dorado que vemos, es oro. Una de las frases que repiten los guías es: "Se dice que no es oro todo lo que reluce, pero eso no vale en los palacios de los zares. Todo lo que reluce es oro".

La Logia, al estilo de la de Rafael, en el Vaticano.

Mesa de lapislázuli, en una de las salas de pintura.

Aquí estoy en una de las escaleras.

Al salir del museo, con el edificio del Estado Mayor al fondo, y la columna de Alejandro.

Delante de la fachada del Ermitage.

Aquí estoy delante de la Iglesia de la Resurrección, o de la Sangre Derramada, por ser éste, el lugar donde asesinaron al emperador Alejandro II. Por eso se llama de la sangre derramada.

Está junto al canal Griboédov.

Por dentro es algo impresionante de ver. Recubiertas sus paredes con numerosos mosaicos, alrededor de 7050 metros cuadrados, de mármol italiano, oro y piedras semi preciosas.

Las cúpulas son magníficas.

Otra más. Es difícil una vez que entras, saber qué fotografiar, puesto que todo merece la pena.

Como seguían las bodas, me inmortalizó mi Antonio al lado de una limousine que esperaba a los novios.

La calle Nevski es la principal de la ciudad. Al fondo, la aguja del Almirantazgo.

El Arco de Triunfo de Nesva, desde el autobús.

Al otro lado del Neva, se puede ver la Fortaleza de Pedro y Pablo. Esta fortaleza fue el origen de San Petersburgo.
Mi Antonio delante del buque Aurora, desde donde se dió la orden de atacar la residencia del zar. Está a la vuelta de la fortaleza. Delante del barco, hay puestecillos con cositas para llevar de recuerdo. Antonio se compró un lepanto y una gorra de guerra de Afganistán llena de pines. Yo me compré otro lepanto y la gorra femenina de la marina rusa, con la que estoy en la primera foto. Se quedó así tras unas pruebas, pero me gusta el resultado.

Tomamos uno de estos barcos para pasear por el río Neva y poder disfrutar así de una nueva perspectiva de la ciudad.

Y comenzamos. Hacía bastante fresco.

Estamos pasando por delante del Palacio de Invierno.

Enfrente tenemos el Almirantazgo, con su típica aguja, y detrás, la Iglesia de San Isaac. Nos echamos encima todo lo que llevamos, que hace un frío que pela.

En el barco había mantas, que vaya uno a saber los estornudos y los alientos que habrán soportado. Al principio la evitamos, pero el frío arreciaba y poco a poco las fuimos sacando.
Parezco totalmente una indigente. ¡Jesús, qué poco glamour!

Esta foto no es mía, pero como estaba libre para colocarla, pues la aprovecho porque da una muy buena idea de la posición de la Fortaleza de Pedro y Pablo, con su catedral en el centro. La isla se llamaba antes, de las liebres.

La catedral de Pedro y Pablo.

Pues este señor, tan raro, tan asimétrico y tan desproporcionado, que era el terror de cualquier retratista, se llamaba Pedro I el Grande, y casi todo en San Petersburgo, está dedicado a él.
Esta estatua se encuentra en los jardines de la fortaleza.

Dice la leyenda, que si se le coge la mano derecha, se tendrá mucho amor, y si se le coge la izquierda, mucho dinero. Yo le cogí las dos por si acaso.

Vamos saliendo de la fortaleza.

Y nos fuimos al metro, que es el más profundo del mundo. En Madrid, bajamos varios tramos de escaleras mecánicas, pero aquí, lo impresionante es que todo es en un solo tramo. Me encantó, porque me gusta visitar siempre los metros de las ciudades.

Allá voy a subir.

Y nos dimos una vuelta. Está bastante bien y va a toda pastilla. Lo peor es que el plano está sólo en cirílico y muy malamente me podría enterar de algo si fuera sola. La salida.

Nos fuimos al palacio de Catalina y al bajar del autobús, de pronto oímos "Que viiiiiiiiiiiiiva Españaaaaaaaaaaa. Entre flores, fandanguillos y alegrías...................etc." Unos pobres hombres con unos uniformes criminales, nos daban la bienvenida a cambio de unas monedillas.

Aquí estoy en la entrada al Palacio.

Como se puede ver, el tiempo nos amenazaba muy seriamente.

Y ahora fue "España Cañí" lo que tocó otro grupo de soldados. Ver para creer.

La fachada, verdaderamente fastuosa.

Escalera del Palacio de Catalina.

Oro y lujo para dar y tomar.

Ojo a los patucos que llevamos para no estropear los suelos.

La ostentación del lujo más apabullante que he visto en mi vida.

Una de las estufas que había en cada una de las habitaciones del palacio.
La sala de ámbar. Algo....................indescriptible. Hay que verlo.
Un comedor.

Otro "pequeño" comedor.

Y ahora estoy en la entrada de Peterhof .

El zar quiso hacer algo más grande que Versalles, y construyó Peterhof. El gran canal de las fuentes, desemboca en el Báltico.

No sólo de jardines vive el hombre.

Una de las fuentes principales, la de Sansón.

La escalinata de fuentes. Aquí estábamos ya de dorado hasta arriba.

Vista general.

Al lado de Sansón.

La cascada del ajedrez.

Una de las fuentes pequeñas. Obsérvese, como mi Antonio es capaz de parar el agua.

Tanto el árbol como las flores, eran artificiales y echaban agua.

De vuelta al Empress.

Echándole de comer a las palomas, antes de ver a las señoritas simpáticas que tenían que devolverme el pasaporte. Me tuve que comprar un gorro, que aunque no me favorecía nada, al menos me abrigaba.

Panorámica desde el barco.
En la ciudad, está muy junto todo lo que hay que ver y se podría hacer la excursión de forma muy tranquila si no fuera porque dos de las cosas más bonitas, como son el palacio de Catalina y Peterhof, están fuera de la capital y a lo mejor no es sencillo llegar de forma autónoma. Nosotros no nos arrepentimos de haber contratado la agencia.
Aparte de las gorras, mi Antonio se compró uno de esos gorros de piel típicamente rusos, que yo no digo que no abriguen, pero hacen unas cabezas como plazas de toros. jajajajajaja..... Compramos también vasitos de wodka, matriuskasy un anillo con un pedazo de piedra (un adoquín) que me tira la mano al suelo. Lástima que no sea buena.
Un pequeño cometario para decir que los rusos me parecieron tremendamente tristes, aunque correctos.
Que a las iglesias ortodoxas no pueden entrar las mujeres embarazadas ni con el periodo.
Y por último, que si pensáis regalarle flores a rusos, procurad que sean impares, ya que las pares sólo se les ponen a los muertos.
Y bueno, pues que hay muchísimas fotos, pero es materialmente imposible ponerlas todas aquí.