Cada día que enciendo la tele para ver los telediarios o abro un periódico, me lleno de tristeza viendo la masacre que se está cometiendo con el pueblo saharaui, y comprobando la poca vergüenza de los políticos, que anteponen sus miedos y sus intereses a la condena de un acto tan claramente reprobable.
¿Qué necesitan ya ver y comprobar? ¿Acaso no tenían ya noticias de la angustia de esta gente y de su inhumana forma de vivir? ¿Acaso no tenemos una deuda pendiente con ellos al haber salido de allí por piernas temiendo la reacción de Hassan II? Les abandonamos entonces y lo hacemos también ahora. ¿A la ONU no le parece que ya es hora de actuar? ¡QUÉ ASCO!
¿Qué les debemos a los marroquíes para estar tan calladitos y andar mirando de soslayo para que no se nos note que tenemos la sangre ardiendo?
De la impresentable ministra de exteriores (en minúscula deliberadamente), no voy a decir nada porque ya se encarga ella solita de hacer el ridículo, de Moratinos tampoco porque vive en los mundos de Pumby, de Rubalcaba con el de exteriores marroquí, pues más mentiras al currículum del todopoderoso Alfredo. Y los saharauis, mientras tanto, esperando a ver si salimos del estado de trance en que se encuentra Zapatero y hacemos algo por ellos. Ilusos.
Yo que he estado allí, sé del sufrimiento y de las penurias de esta gente, injustamente relegada a sobrevivir en condiciones infrahumanas, con la esperanza siempre de que al final conseguirán su objetivo, que es tener una tierra donde ver crecer a sus hijos de forma digna.
En la foto estoy con una familia de saharauis, cuyo padre, tenía carné de identidad español.
Por favor, no nos olvidemos de ellos.