21 de noviembre de 2010

Copenhague

Bueno, pues llegamos a la última escala del crucero, quizás la más tranquila por la seguridad que proporciona el hacer noche en el barco y no andar tan con tantas prisas.

Llegamos a Copenhague a las dos de la tade. Comimos en el barco y nos dispusimos a dejarnos llevar por el encanto de esta ciudad.
Su nombre significa "La Bahía de los Mercaderes", está situada en la isla de Selandia y la separa de Suecia una franja estrecha de mar, aunque desde hace unos diez años, existe un puente que une esta ciudad, con la sueca Malmö.
El primer rey coronado fue Christian I, y en 1596 llegó al tono Christian IV, que emprendió muchas de las obras que hoy se admiran en la capital danesa.
Fue dos veces destruída por grandes incendios y bombardeada por Inglaterra, pero ahora es una ciudad preciosa, moderna y atractiva.
La moneda es la corona danesa y 1 euro equivale a 7,45 coronas. En algunos establecimientos aceptan euros, pero si quieres beber algo por la calle, los puestecillos sólo aceptan monedas.
El tren tiene el logo S-Tog, y la parada que coge cerca del barco es Nordhavn, siguiendo en orden Osterport, Norreport y Vesterort, que son las más céntricas.
Es fácil llegar a la estación: siguiendo la linea azul pintada en el suelo saldremos del puerto sin ninguna dificultad. Puede que nos encontremos aqui alguna persona que nos dará publicidad sobre las excursiones en barco de Pablo, el argentino.
Al salir a la carretera, giramos a la izquierda y ya veremos por enfrente y a otra altura, pasar el tren. Cruzamos por debajo de donde pasa el tren y giramos otra vez a la izquierda, desde donde ya veremos el logo del metro. Se sacan los billetes en una máquina, pero se pierde muchísimo tiempo, por lo cual es preferible ir un poco más adelante hasta una tiendecilla que hay, donde los venden también. Cuesta un abono de diez viajes, o al menos a nosotros nos costó, 18 euros.
Hay que validar el billete en el andén, en unas máquinas amarillas. Funcionan hasta media noche.
En Copenhague existen también los autobuses turísticos que te van pasando por toda la ciudad, subiendo y bajando donde apetezca.
También hay muchísimas bicicletas que se cogen y luego se devuelven. Funcionan con monedas, y son muchos los puntos donde es posible cogerlas.
Frente a la ciudad antigua, al otro lado del canal, se encuentra Christianhavn, que tiene su origen en una isla artificial, en la que se excavaron canales y le da un aspecto parecido a Amsterdam. Hay muchos barcos, y los paseos por sus orillas son una de las principales atracciones de Copenhague
Aquí se encuentra la ciudad libre de Christiania, un terreno abandonado de los militares, en el que un grupo de personas fundaron una ciudad libre, independiente del gobierno danés, con sus colegios, sus guarderías, supermercados, etc. No pagan impuestos, venden marihuana y hachís de forma legal, y visten y viven como quieren. No les gusta ser fotografiados ni filmados. Al salir hay un cartel en el que pone "Entra usted en la Unión Europea" , ya que ellos no se consideran parte de ella..
Nosotros quisimos hacer esta escala de forma tranquila, porque ya nos cogió algo cansados, y decidimos pasear y disfrutar de las calles, aprovechando el buen tiempo.


A nuestra llegada el paisaje era insólito, porque era la primera vez que veíamos los molinos de energía eólica en el mar. Había muchísimos.

Y este es el famoso puente que une Dinamarca con Suecia, o lo que es lo mismo, Copenhague con Malmö. Al llegar al nivel del mar, continúa por debajo del agua hasta la otra costa.

Bajamos en la estación de Norrport (2ª parada), y llegamos hasta la Torre Redonda, que era antes un observatorio astronómico.

La torre tiene una puerta espectacular.

Seguimos bajando por la calle Kebmagergade, muy bulliciosa y entretenida.

Y así llegamos hasta la Plaza Jobro (hay que poner una barra cabreada en la primera o, pero es que no tengo teclado danés....), llenita de bicicletas, que por lo visto las cogen como los carritos de la compra, con monedas, y luego las vuelven a dejar.
En esta plaza se encuentra la estatua ecuestre de Absalón, que fue un obispo fundador de la ciudad.
Al fondo se ve el Parlamento.
En Jobro hay unos magníficos edificios. Se ve la torre de la Iglesia de San Nicolás, ahora Museo de Arte Contemporáneo, y la inconfundible fuente de las cigüeñas.

Y seguimos hacia Slot Holmes, la isla rodeada de canales donde se encuentra el Parlamento. En la imagen, la iglesia del palacio, que está al lado.
A la vuelta de la iglesia está el MuseoThorvaldsens.
Y aquí tenemos el Palacio Christiansborg que parece un poco gafado, ya que se incendió dos veces a lo largo de su historia.
Aquí está el Parlamento, tienen lugar las tareas de gobierno, la recepción de personalidades, y también aquí se encuentra el Tribunal Supremo.
La estatua que hay en la plaza es de Federico VII.
Desde aquí se puede ver en la otra orilla del canal, la Iglesia Holmes.

En la isla, al lado del Parlamento, está el Centro Nacional de Competencia y Calidad (CNKK).

También aquí, el edificio de La Bolsa, preciosísimo y con una torre muy particular. Tiene cuatro ratones y la colas de éstos se enrollan y mezclan hasta el final.

Al final de Nyhavn (el puerto de cuento), está este ancla donde mi Antonio quiso que lo fotografiara para la posteridad.
Tras él, la Plaza Nytorv, o Plaza del Rey, quizás la más importante de Copenhague. A la derecha se puede ver la Embajada Francesa. A la izquierda, que sólo se ve una pizca del tejado, está el Hotel de Inglaterra, el edificio del fondo, que es muy bonito, está ocupado por bancos y tiendas.
En esta plaza se encuentra también el Teatro Real y los Almacenes del Norte, que son algo así como mis almacenes favoritos españoles.
También aquí está la Agencia Europea del Medio Ambiente, con esta fachada tan floral.

A la izquierda el Teatro Real, y enfrente los Almacenes del Norte.
La estatua que hay en centro de la plaza es de Christian V.

Bueno, pues en línea recta desde el ancla, está el Puerto de Nyhavn, con sus casas multicolores, sus numerosos hoteles, los barcos antiguos y su muchísima gente disfrutando del día tan bueno que hacía.
En tres casas de esta calle vivió Christian Andersen, el famoso autor de cuentos.
Es la zona más bonita de la ciudad.
Al final del muelle vimos esta fachada con tanta solera y tan bien arreglada, que nos llámó mucho la atención. Es el Hotel Nyhavn, antiguo almacén, y la gente pertenecía a una boda.

Otro aspecto del muelle.

Treméndamente difícil escoger fotos en este sitio.
Mi Antonio disfrutó muchísmo con los barcos y no le quedó ningún detalle que fotografiar, pero yo tengo que limitar el espacio y poner lo que más crea que describe el sitio.

Y ahora un detalle que me chocó y que luego me explicaron: Se puede ver el bullicio de la gente ocupando las cafeterías.

Otra muestra más de lo que digo.

Y otra. La calle era un espectáculo por sí sola.

Sin embargo, toda la gente se concentraba en una orilla del muelle, no habiendo en la otra ni una sola cafetería, ni nada de nada, sólo coches aparcados. El contraste era enorme.
Pues la explicación es muy sencilla. En la parte donde están los coches nunca hay sol, y por eso todas las cafetería se concentran en la otra orilla.
Aquí se ve un barco muy curioso, que era a su vez faro.
A la izquierda se ve el Palacio Charlottenborg, que ahora es la Academia de Bellas Artes.
Y en el extremo del canal, se encuentran las taquillas para sacar los tickets de los paseos en barco. Conviene ir lo primero para ver los horarios, ya que suelen estar ya reservadas las plazas, y preguntar cuándo nos va a tocar. Se sacan, y unos veinte minutos antes de la hora prevista hay que estar allí, porque a veces salen un poco anteY lo principal: si notáis que hace un poco de fresco, abrigaros como si estuviérais en Siberia, porque al salir al Canal grande, os podéis congelar. La que avisa no es traidora.
Lo mejor es hacerlo por la mañana con el solecito. Nosotros lo hicimos por la tarde... y bueno... pues luego lo cuento.
Nos costó 8 euros una hora, y lo hicimos en español con uno de los barcos de Pablo el argentino.
Y vamos que nos vamos. Esa barca era de vuelta, porque para empezar el recorrido van a tope.
Como se puede ver, los puentes son muy bajitos, y está absolutamente prohibido ponerse de pie, porque peligra la cabeza.
Y en nuestra excursión marítima, pasamos por delante del Complejo Amaliemborg, residencia de la familia real danesa, con la Iglesia de Mármol en el centro. Heladita iba.

Siguiendo nuestro paseo, pasamos por delante de una estatua copia del David de Miguel Ángel. Debía de ser algún museo, pero no lo he ubicado. Se admiten sugerencias: en las pancartas que cuelgan se lee DEN KONGELIGE AFSTEBNINGSSAMLING. Creo que no hace falta traducirlo.

El trayecto estaba lleno de vistas preciosas.

Pasamos a la altura del Castellet por el Puerto de la Ciudadela.

Volvimos otra vez y pasamos por delante del edificio de la Ópera Nueva, con una arquitectura espectacular.

La Casa del Atlánico Norte. Está dedicada al arte y la cultura de esta región , incluyendo Groenlandia, Islas Feroes e Islandia. Es un viejo almacén del siglo XVII.

Y nos empezamos a meter por los canals cercano a Cristiania y hacia Christianhavn, con menos frío porque estábamos más al abrigo de los edificios.
El amarillo de la izquierda es el Museo de la Marina, antiguo hospital de la marina danesa.

Torre de la iglesia de Nuestro Salvador. Se puede subir, y una vez arriba hay que subir por la escalera exterior en espiral. No apto para los que padezcan vértigo, pero sin duda debe de ser una experiencia interesante.
Es la iglesia por excelencia de Christiania.

Así pasábamos por los puentes.

Y ya doblando para salir al canal grande, la iglesia cristiana.

Bueno, pues al salir al canal grande, otra vez volvió el frío siberiano, con un viento y unos rociones que daba gusto. Yo ya no tenía ganas de seguir y como había dicho el guía que dejaría a dos personas en el puerto, ya que llega hasta allí, yo le decia a mi Antonio; "Si estás cansado nos bajamos cuando bajen ellos" Pero no colaba porque él estaba agusto. Y al ratito otra vez lo mismo, pero nada, no colaba.
Ya una de las veces que estaba que no podía más, me dijo que valía, que nos íbamos a quedar en el puerto cuando bajaran las otras dos personas, y se lo dijimos al guía.
Y llegamos hasta nuestro barco. Cuando nos dijeron que podíamos bajar, al volver la cabeza vi que se quedaba más de la mitad del barco allí. No era para menos.
Nos fuimos todos derechos a cubierta por la cacerola de caldo que siempre estaba dispuesta allí, y nos repusimos así de la tiritona que llevábamos.
Bueno, pues ese fue nuestro primer día.

Empezamos el segundo bajándonos del tren en Vesterport (3ª parada), y enfilamos hacia la Plaza Axel Torv, que es una zona de ocio, donde se encuentra el parque de atracciones Tívoli.

Un poco má abajo está la Glyptoteca Calsberg que alberga un museo de esculturas egipcias, griegas y romanas. También posee pinturas. La fachada es preciosa. Valía 8 euros la entrada.

La plaza donde se dan cita diversas actividades de ocio, entre ellas un circo, el parque de atracciones y Scala.

Frente al Tivoli compramos en una oficina de turismo, el mapa que muestro en la primera foto, y que es genial, por lo bien que se entiende todo y porque están señalados los wc en toda la ciudad, lo cual a veces es muy importante. Ya no hay que meterse a las cafeterías, y se puede planificar mejor todo.
Desde Axel Torv se puede ver al fondo el Hotel Palace, en la Plaza del Ayuntamiento.

Antes de abandonar este sitio, aquí se ve Scala, un edificio dedicado al ocio y divertimento.

Las bicicletas, de formas muy variadas, son las protagonistas de Copenhague. Valen para todo.

En la puerta del Tívoli. No entramos porque no teníamos mucho tiempo, pero también porque nos dijeron que las atracciones eran un poco obsoletas.
Hasta las ocho de la tarde valía 20 euros, y a partir de ahí, 16 euros.
Nos fuimos hacia la Plaza del Ayuntamiento, donde estaban limpiando porque la noche anterior habían tenido allí una actuación. De frente el Palace y a la derecha el Ayuntamiento.

Delante de él, la fuente del toro embiestiendo a un dragón. A la derecha, la entrada lateral del Tívoli.
El precioso Ayuntamiento, con la figura central en oro (eso dicen, pero yo no me lo creo), de Absalón. A la derecha, y abajo, se puede ver una estatua de Christian Andersen.

De esta plaza parte la calle peatonal más larga de Europa: dos kilómetros y se llama Stroget, aunque según los tramos, tiene también otros nombres.
Llegamos así hasta la Plaza Vieja, donde está la Fuente de la Caridad, lugar de tradición para los daneses, porque en el cumpleaños del príncipe y de la reina, echan en los surtidores manzanas doradas.
A la derecha se puede ver la torre de la Catedral de Nuestra Señora.
Atravesando la plaza hacia Stroget. Hay mucho kioskos de este tipo, que son pequeños bares.

Bajando hacia Stroget, a la izquierda está la Fuente de la Caridad, y a la derecha, el Palacio de Justicia.

Una Iglesia medieval en Stroget, la del Espíritu Santo. Era un antiguo hospital. Tiene unos jardines donde se puede descansar muy agradablemente.

Yo, en una de las puertas de la iglesia.

Después de pasar otra vez por Konges Nytorv y por Nyhavn, llegamos a Amaliehaven, el puerto que está delante de Amalienbog.
Hacía un día espléndido y aprovechamos para tomar el sol entre los barcos, que hicieron las delicias de mi Antonio.
Obsérvese el bonito conjunto que llevo de chubasquero y sandalias de verano. Era lo más cómodo que tenia, y sin rubor ninguno me las coloqué.
A la entrada de Amalienborg, la residencia real. La iglesia de Mármol al fondo.

Son cuatro edificios formando círculo, en cuyo centro se halla la estatua ecuestre de Federico V. Aquí todos son o Federico o Christian. Qué poca imaginación tienen los reyes.

Otra parte del conjunto.

La iglesia de Mármol, con una de las bóvedas más grande de Europa, similar a la del Vaticano.

Seguimos dando un paseo hacia el Castellet. Allí encontramos la iglesia anglicana de San Albano, y lleva el nombre del primer mártir de Inglaterra.

Me hizo mucha gracia ver la estatua de de Federico IX tan llena de cacas y con la paloma encima. Por eso yo no quiero que me hagan ningún monumento, jajajaja...

Y llegamos finalmente hasta el lugar donde debía de estar la sirenita, pero que no estaba. Se la habían llevado a Sanghai. Así pues, no me dio la gana de retratar sólo la piedra, y he pegado una foto en la que sí está.

Volvimos hacia el tren, luego al barco, y comimos antes de salir para el aeropuerto que nos trasladaría de nuevo a casa.
Un crucero en el que visitamos ciudades muy diferentes de las que estábamos acostumbrados a ver.
Altamente recomendable, incluso para volver a hacerlo.