28 de noviembre de 2010

Segundo día en París


Hoy hemos decidido pasar la mañana tranquila, andar el mayor tiempo posible, y nuestro itinerario promete.
Cogemos la línea nº 7 del metro y enseguida estamos a los pies de las Galerías Lafayette, en el Boulevard Haussmann. Naturalmente vamos directos a ver la cúpula, que nos deja atónitos por su belleza. Tiene 33 metros de altura, y es un conjunto de vidrieras de colores sobre una armadura metálica. Se construyó en 1912. El conjunto de toda la sala es espectacular.

Seguidamente nos dirigimos a la Ópera Garnier. Este palacio fue inaugurado el 5 de enero de 1875, y ha sido el lugar de las representaciones operísticas hasta la construcción del nuevo edificio en la Plaza de la Bastilla. Aquí continúan las funciones de ballet y la Academia Nacional de Música, así como una biblioteca-museo.
Fue ordenado construir por Napoleón III a Charles Garnier. Eugenia de Montijo, mujer del emperador, preguntó al arquitecto cuál era el estilo del edificio, y éste le contestó: "Estilo Napoleón, Señora".
Tiene una superficie de 11.000 metros cuadrados, una capacidad en la sala para 2.200 espectadores y un escenario capaz para 450 artistas.
Entre los arcos, hay bustos en bronce de compositores famosos, y ambos lados, esculturas alegóricas a las artes escénicas.
Napoleón murió antes de su inauguración.

En la parte superior, el emperador quiso que sus iniciales y las de su esposa, figuraran en la fachada principal. N de Napoleón y E de Eugenia.

Subimos por la gran escalera, de mármoles de diferentes colores. Realmente impresionante.

Entrada al anfiteatro, la bóveda de la orquesta y a unos palcos conocidos como "bañeras", que se encontraban en un nivel inferior, ocupados por gente que no quería ser vista.

La escalera desde otro ángulo. Los candelabros de bronce son magníficos.

Mi Antonio con su Panamá.

El Salón Glaciar, también llamado des foyers, donde la nobleza parisina salía en los descansos de las representaciones, para lucir sus galas. Todos querían ver y ser vistos.
Me recuerda mucho al Salón de los Espejos de Versalles. A la izquierda se puede ver un busto de Charles Garnier. Las ventanas dan a la Plaza de la Ópera.

Falsas chimeneas en los extremos del Salón Glaciar.

Mi Antonio en uno de los balcones. Al fondo, la Avenida de la Ópera que en pocos minutos une este palacio con el Louvre. Esta avenida no tiene un solo árbol, porque Napoleón estaba obsesionado con la idea de sufrir un atentado, y no quería que alguien pudiera dispararle desde cualquier inmueble, protegido por las ramas de los árboles.

Uno de los dos salones de las rotondas donde termina el Salón Glaciar.

Es tan bonito, que lo vuelvo a poner.

Desde el salón de la rotonda, mi Antonio no puede pasar sin fotografiar este abridor de puerta. Son su manía fotográfica.

Y llegamos al teatro propiamente dicho. Una sala en rojo y dorado, con una gran araña central que pesa más de seis toneladas, fijada al techo pintado en 1964 por Marc Chagall. Esta pintura causó mucha controversia, ya que se decía que rompía el clasicismo de la sala.
A mí me encanta.

Aquí se pueden ver bien los palcos.

En esta foto se ve mejor el techo.
El telón del escenario es un lienzo pintado.

Anexa al teatro, hay una tienda donde se venden muchos artículos de ballet.

Esculturas alegóricas a las artes escénicas.
Dejamos atrás el Palacio Garnier, cuyo lago hallado en el subsuelo por el arquitecto, fue el origen de "El fantasma de la Ópera".

Por la Rue de la Paix (aquella que yo cantaba de pequeña: "ahora luzco yo, joyas y vestidos de la rí la Pé" jajajajaja...), llegamos hasta la Place Vendôme, llamada así por el hotel que había con este nombre en el siglo XVII.
El lujo en estado puro. Yo, indecisa.

La Columna Vendôme, imitación de la de Trajano en Roma. De 44 metros de altura, fue construída para conmemorar la victoria de Napoleón Bonaparte en la Batalla de Austerlitz, y está forrada con una chapa de bronce de los cañones enemigos. La estatua del emperador la puso coronando la columna, su sobrino Napoleón III.

Una vista de la plaza, con el Ministerio de Justicia de París.

Queremos ir a la Madeleine, y nos encontramos con esta iglesia, que se llama Nuestra Señora de la Asunción, y que es la iglesia polaca de París.

Y aquí tenemos la Madeleine, con aspecto de templo griego.

Desde las escaleras, podemos ver justo enfrente, el edificio de la Asamblea Nacional, el obelisco de la Plaza de la Concordia, y la cúpula de los Inválidos.

Efectivamente parece un templo griego.

Una toma preciosa de mi Antonio, de la entrada del templo.

Me encanta esta iglesia, con las cintas blancas cayendo por el Altar Mayor.

Y por la Rue Saint Honoré, llegamos al apartamento. Vamos a comer algo y nos vamos al Louvre.

Entramos por El Carroussel en la Rue Rívoli, y tras las tiendas, nos encontramos ya con la pirámide invertida, famosa entre otras cosas, por la novela "El Código da Vinci".

Aquí se ve mejor.

Estamos en el vestíbulo del museo, debajo de la pirámide. Voy a sacar las entradas. Vamos directos al ala Denon, porque las cosas que queremos ver (no tenemos mucho tiempo), están aquí.

Esta es mi preferida: La Victoria Alada de Samotracia.

Por este lado dan ganas de tocarle "la ropa".

Mi Antonio en una de las galerías.

Con las ganas que tengo de fotografiarme con La Gioconda, y siempre salgo fatal. ¿Por qué tengo un ojo más grande que otro? Misteriossssssssss......................

Frente a La Gioconda, Las Bodas de Canán, de Veronés, un cuadro enorme, en el que se puede tirar uno mucho tiempo, cosa que nosotros no teníamos.

Y aquí mi otra "chica": La Venus de Milo. Por fin tengo una foto con ella. Delicadísima de formas y de postura. Una delicia contemplarla.

Ahora por este lado.

Diana Cazadora.

La Sala de las Cariátides.

Bueno, pues después de ver también mucho arte africano (que no pongo aquí, porque lo guardo para el Branly), nos salimos del museo.

El vestíbulo.


Ahora nos vamos a dar un paseo en los Bateaux Mouches. Es tan precioso, que lo voy a explicar en otra entrada. Las vistas del París nocturno, lo merecen.

Ya hemos vuelto y me volvería a subir otra vez al barco. ¡Qué bonito!
Antes de llegar a casa pasamos por la Plaza del Louvre, y mi Antonio se pone las botas haciendo más fotos.





Por el arco se ve el Hotel del Louvre iluminado.
¡Antonio, venga, vámonos!!!!!!! Mañana tenemos otro día muy completo de visitas y fotos.
Ahora, a cenar y a dormir.
¡Hasta mañana!