Hay veces que por conflictos tontos las familias tienen poco roce, o incluso casi ninguno, dándose el caso casi surrealista de que sus miembros prácticamente no se conocen. Algo así nos ha pasado con unos primos hermanos de Antonio.
Después de muchos años perdidos en bobadas y rencillas, algunos de los mayores del clan Amat han ido falleciendo, lo que nos ha dado la oportunidad de coincidir en los entierros y empezar a retomar un cariño que nunca debió de ser interrumpido, pero yo creía que los primos merecíamos vernos alrededor de una mesa, con las caras felices y los corazones predispuestos a confidencias. Ya estaba bien de vernos solamente en actos tristes.
Por eso, tras el último adios a un familiar les convoqué, si ellos querían, a una cena en mi casa de Torrevieja en el mes de julio.
Y llegó el día acordado. Y cuando fueron llegando me sentí la persona más feliz del mundo al verles en mi casa, creo que casi tanto como se sentirían los que desde arriba nos vieran.
Sólo faltaron dos, que por circunstancias de lejanía no estuvieron con nosotros, pero la representación de los Amat quedó por todo lo alto: Noli, con su marido y sus hijos, Marisol y su hija, Amparo, Marifilo con Luis, Manolo con Merche y Antonio conmigo.
Charlamos, comimos y recuperamos mucho del tiempo perdido. Todos estábamos ávidos de saber de la vida de los otros, y nos llevamos muy gratas sorpresas al conocer las actividades a las que alguno o alguna se dedicaba.
Estuvimos tan agusto que se pasó el tiempo sin sentir. Creo que nuestras caras en las fotos hablan por sí solas.
Gracias a todos. Fue un verdadero placer compartir mesa y conversación con vosotros.
Os quiero.
Cuando vuelva a Madrid pondré a todos en la misma foto. Aquí no me funciona el fhotoshop.