Hay un pasillo por donde pasan los visitantes, con los muertos a los lados.
Yo ni los miraba. Iba con la vista fija en el otro extremo del pasillo.
Lo de esta niña es algo increíble: Se llamaba Rosalía Lombardo y murió hallándose su padre de viaje, por lo que los familiares pidieron que se la embalsamara para que cuando éste regresara la pudiera ver. Murió la niña en 1920 y conserva el pelo, la piel, la ropa... hasta su lazo amarillo.
Hay para todos los gustos. Fue una visita mucho más larga de lo que me hubiera gustado.
Subimos al autobús, y nos dirigimos hacia Monreale, a 8 kilómetros de Palermo. Aparcamos abajo y subimos hacia la plaza de la Catedral.
En esta catedral confluyen estilos arquitectónicos y decorativos normandos, árabes y bizantinos.
Guillermo II ofreció la Catedral a la Virgen, y queda constancia de ello en el atrio del Templo. La Virgen está en el otro extremo. No se puede pasar sin mangas, y si no tienes nada con lo que taparte te dan una especie de capita de papel para que te la pongas por encima.
Tiene 102 metros de larga por 40 de ancha. Lo más llamativo al entrar es el asombro que muestra la gente porque es como estar sumergidos en oro. El ábside lo preside un Pantocrátor.
Son 600 metros cuadrados de mosaicos, para los que se utilizaron 2.200 kilos de oro.
El Pantocrátor. Es imponente.
En las columnas se puede ver desde la Creación hasta la Pasión de Cristo.
La parte de atrás.
No hay palabras para describir tanta belleza.
Y yo estuve allí. (Antonio también)
Las sepulturas reales.
Detalle de los mosaicos.
El Trono Real.
Plaza del Ayuntamiento de Monreale.
Bajando compramos en una tienda una trinacria y una marioneta, que aquí son muy típicas.
Otra vez al autobús y aquí estamos pasando por la Puerta Nueva, mandada construir para celebrar una victoria de Carlos V. Había manifestaciones, por lo que no pudimos pasar por algunas de las calles que nos habría gustado.
La Puerta Nueva por el otro lado.
Al lado de la Puerta Nueva, el Palacio Real. Aquí bajamos y fuimos andando hasta la Catedral de Palermo.
Edificio de los Caballeros de la Orden de Santiago, en la Vía Vitorio Emanuelle.
En Palermo son muy típicos estos carritos tan adornados.
Plaza de la Catedral de la Asunción.
Me gustó mucho más por fuera que por dentro.
Hay un heliómetro. Por un agujero en la cúpula, entra el sol, que según el solsticio, manda el rayoa uno u otro signo del zodíaco.
Aquí, la mediana con los signos del zodíaco.
Con Fran y Paula, frente al Museo Diocesano.
Hay edificios preciosos, pero están pidiendo a gritos una mano de limpieza. Es el Seminario. Volvimos para coger otra vez el autobús.
Y nos llevaron hasta el Teatro Massimo. Había muchos carruajes para turistas.
Fran y Paula.
Mi Antonio y yo.
Tenía muchas ganas de probar los bocadillos de helado. ¡¡Riquísimos!!
Fuimos a dar una vuelta por la Vía Maqueda y nos encontramos con algo parecido a un mercado. En Palermo es fácil ver las tiendas en la calle.
Bueno, pido disculpas si os dejo sin palabras.
Qué forma tan bonita de exponer la mercancía. Dan ganas de comprar..............
Más. Por aquí ya había rebasado mi capacidad de asombro.
Seguimos paseando por la Vía San Agostino. Cada puesto mejor que el anterior. Era como retroceder 100 años.
Bueno, pues aquí acabó el crucero, porque fue la última escala, ya que el día que faltaba fue de navegación hasta Barcelona. A mí, sinceramente, me gusta más cuando todos los días se puede salir del barco.